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Para que tal cosa no suceda, para defender á esa población, á la que tenemos obligación de defender; para conservar la integridad de nuestro territorio, para que la nación española no sea de nuevo mutilada, y no porque Cuba nos produzca todos esos millones fantásticos, deseamos conservar á Cuba, y es de esperar que la conservemos.

Son vulgares las expresiones: «esto es así, es evidente; pero supongamos que no lo sea; ¿qué resultará?» «Esta demostracion es concluyente, pero prescindamos de ella, supongamos que no la tenemos, ¿cómo podriamos demostrar lo que deseamosLos argumentos ad absurdum tan en uso en todas las ciencias, y muy particularmente en las matemáticas, estriban no solo en prescindir de lo que conocemos, sino en suponer una cosa directamente contraria á lo que conocemos. «Si la línea A, dice á cada paso el geómetra, no es igual á la B, será mayor ó menor; supongamos que es mayor: etc. etcPor manera que para la investigacion de la verdad prescindimos frecuentemente de lo que sabemos, y hasta suponemos lo contrario de lo que sabemos.

Un estudiante melenudo y tísico llevaba la bandera, «Es la paz lo que deseamos; una paz que una á todos los hombres», cantaban los manifestantes. Pero en la tierra, los más nobles propósitos rara vez son oídos, pues el destino se divierte en torcerlos y desviarlos.

Se daría a conocer, ganaría amigos y hablaría de política, de hacienda, de ciencias, de todo, luciendo lo mucho que dicen que sabe... y que hasta lo presente, dicho sea en paz y sin que te enojes, no le ha servido de nada. lo confiesas..., no estáis muy lucidos. Estamos contentos... y no deseamos más. Esa es una virtud..., pero infecunda. Cuando no se aspira no se alcanza.

»Por lo cual, levantando en alto aquesta cruz que aquí ves, nos azotamos ásperamente muchas veces al pie de ella, pidiendo á Dios misericordia y perdón de nuestras culpas: cesó al punto la pestilencia, de suerte que desde aquella hora en adelante no murió ninguno de los tocados de la peste, y ninguno de los sanos enfermó del contagio; y una noche estando presentes muchos del pueblo que lo vieron, bajó del cielo un mancebo bellísimo con el rostro muy resplandeciente, y postrado en tierra la adoró; desde entonces tenemos nosotros en gran veneración á este santo madero, y deseamos abrazar cuanto antes la fe de JesucristoHasta aquí el buen cacique.

Se trata respondió el Ministro, hablando muy bajo y mirando alrededor, como si temiera ser oído de repartir entre los seis citados suscriptores cuatro títulos nobiliarios y dos grandes cruces.... Y ésta es otra de las razones que yo he tenido, por encargo de mis colegas, y aun de S.M., para hablar a usted antes que a nadie; pues nos consta que el empréstito va a tener muchos golosos, y nosotros deseamos que sus ventajas recaigan en hombres tan dignos de ellas como usted.

Mira: nosotras deseamos tu felicidad; siempre has oído nuestros consejos... pues oye ahora uno: no seas como tantos otros muchachos de tu edad, que andan, como mariposillas, de flor en flor.... Yo comprendo muy bien que los jóvenes se entusiasmen con las muchachas bonitas. ¡Es natural! ¡La edad lo quiere así!

Si lo que deseamos no se realiza.... Ante la eventualidad desgraciada, menester es que el horror no nos arredre, que en vez de cerrar los ojos, miremos cara á cara lo que pueda traer el porvenir. Y á ese fin, después de arrojar el puñado de tierra que se tributa á los Cancerberos, entremos francamente en el abismo para sondear sus terribles misterios.

Persuadámosles de que no queremos perjudicarles, de que no deseamos siquiera utilizarlos en nuestro provecho, y entonces nuestras relaciones con ellos serán dulces y cordiales. Todo eso está muy bien repuso Tristán en el mismo tono jocoso , pero usted las utiliza seguramente en su provecho quitándoles la miel y la cera.

Sólo entre las colegiatas de León y Toledo hay ahora cinco prebendas vacantes. ¡Imagine usted qué puesto tan hermoso para trabajar en pro de lo que todos deseamos! Altiveciose entonces Tirso, se puso en pie como si su asiento tuviera un resorte que le impulsara y, ofendido, trémulo de ira y de vergüenza, repuso, sin disimular el enojo: Señora, ni sabe Vd. lo que dice, ni a quién se lo dice.