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Actualizado: 29 de octubre de 2025


Mi padre murió, mi madre murió también poco después, y yo, gracias al profesor, conseguí que no me dedicasen á los trabajos forzosos, como tantos otros desdichados de mi sexo. No quise ser una máquina de músculos, pero tampoco me plegué á lo que exigía de el nuevo régimen para convertirme más adelante en la esposa masculina de cualquiera de las mujeres triunfadoras.

¿Si soy feliz, señor cura? Ya lo creo. Pero hablando francamente, veamos, el ser desgraciado ¿acaso es natural? Algunas veces respondió sonriendo el cura. ¡Oh, bah! los que son desdichados, lo son por su culpa muchas veces, porque entienden la vida al revés. La desgracia no existe; lo que existe es la tontera humana. Pues he ahí una desgracia.

Arrojase en la sepultura, y dice: Y quedate, Marquino, que los hados No me conceden mas hablar contigo, Y aunque mis dichos tengas por trocados, Al fin saldrá verdad lo que te digo. O tristes signos, signos desdichados, Si esto ha de suceder del pueblo, amigo, Primero que mirar tal desventura, Mi vida acabe en esta sepultura. Arrojase MARQUINO en la sepultura.

No me parecías allí virtuoso penitente, ministro del Altísimo, sino energúmeno o criatura poseída de un enjambre de demonios. Así cuidaba Tiburcio de consolar a Morsamor, no probando que era dichoso, sino tratando de probar que otros habían sido más desdichados.

Cuando salieron estos desdichados de sus tierras, viendo los cristianos que muchos de ellos caminaban mui fatigados, enfermos i convalecientes i yendo á pie ó en malas cabalgaduras, moviéronse á lástima; i así es fama que solian exhortarlos para que recibiesen el agua del bautismo, i pusiesen fin á sus infelicidades presentes, i á las que estaban por venir.

Toparás, de vez en cuando, hasta con desagradecidos, y verás que éste es el tropiezo que más duele y el que más obliga a cerrar los ojos para seguir adelante con el deber que uno tiene con Dios y con sus buenas intenciones; y obrando así, hasta llegarás a mirar a esos desdichados como a hijos que más necesitan por sus flaquezas, de amor y de la vigilancia del padre.

Lázaro llegó a ser uno de los seres más desdichados de la tierra: el cura que adquiere la costumbre de pensar. Lenta, muy lentamente, pero de un modo seguro y cierto, fue convenciéndose de que le habían educado dándole por verdades infalibles afirmaciones que no podía comprender; y, sin embargo, no cedía.

Esa hora, Carlota mía, triste es confesarlo, no nos la dan ni el trabajo, ni el valor, ni la paciencia. Es una hora que suena en un reloj que nadie ha visto...» La teoría es tranquilizadora: según ella, los más desdichados deben de esperar, con resignación alegre, á que el tiempo vuelva en el libro augusto de los destinos aquella página donde esté la hora feliz de su victoria.

Y, dando con la mano derecha dos golpes sobre el hombro izquierdo, en un brinco se le puso el mono en él, y, llegando la boca al oído, daba diente con diente muy apriesa; y, habiendo hecho este ademán por espacio de un credo, de otro brinco se puso en el suelo, y al punto, con grandísima priesa, se fue maese Pedro a poner de rodillas ante don Quijote, y, abrazándole las piernas, dijo: -Estas piernas abrazo, bien así como si abrazara las dos colunas de Hércules, ¡oh resucitador insigne de la ya puesta en olvido andante caballería!; ¡oh no jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, ánimo de los desmayados, arrimo de los que van a caer, brazo de los caídos, báculo y consuelo de todos los desdichados!

A pesar de todo, los desdichados que vivieron aquí sus horas de sufrimiento conocieron la alegría de una acogida cordial y suntuosa. No ponga usted su atención en las mezquinas rivalidades de estas damas, que no supieron concebir toda la feminidad de su misión. Ya resulta hermoso que se consagren a esto; perdóneles la pobreza de sus ambiciones si el herido ha de beneficiarse con ello.

Palabra del Dia

aprietes

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