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Actualizado: 29 de octubre de 2025
Si quieres casarte decididamente, eres libre de ello, no soy un tirano. ¿Te pesarían las negativas con que has acogido las propuestas de matrimonio que se han sucedido en estos últimos días? No, no, tío, he abandonado por completo mis antiguas ideas; no quiero casarme. Estos desdichados partidos, aumentaban mi fastidio. Ya no podía oír hablar de matrimonio sin sentir deseos de llorar.
Tú me marcaste de la vida el paso, tú un cuerpo débil para mi alma diste: si era para el licor frágil el vaso, ¿por qué no lo cambiaste ó lo rompiste? ¿Dónde está tu justicia, que no acudes un remedio á aplicar á los dolores del que siente la fé de las virtudes y el gérmen del amor de los amores?» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¡Ah, no sabeis vosotros, desdichados, que acaso oís riendo mis gemidos, los momentos de angustias ignorados que guardan estas letras escondidos!
Encogiéronse de hombros al oir este razonamiento los filósofos todos; y mas ingenuo uno de ellos confesó sinceramente que, exceptuando un cortísimo número de moradores poquisimo apreciados, todo lo demas es una cáfila de locos, de perversos y desdichados.
Los judaizantes en vez de amedrentar con el ejemplo de su muerte, hacian otros nuevos; porque muchos hombres al ver la constancia i el valor con que aquellos desdichados sufrian el espantosisimo suplicio de la hoguera, se persuadian que Dios les ponia aliento en los corazones en aquel tan amargo trance, i que recibiendo este favor del cielo, era cosa indudable que morian por la verdad.
"Hace varios días conocí a José Luis Aguirre. Presiento, no sé por qué, una pasión. Dios quiera que sea la única de mi vida y no se cumpla ese mal augurio de Zoraida. Dice ella que para nosotras sólo puede haber amores desdichados. Lo repite tanto que ha llegado a darme un poco de susto. Además, allí está el recuerdo de mamita.
Hallose ese papel entre los de mi madre cuando murió, y a mí con su herencia llegaron esos desdichados versos, que yo no puedo recitar sin que se me llenen de lágrimas los ojos; que si el que esos versos compuso no hubiera nacido o no viviera, ni muriera mi padre, ni mi madre fuera desventurada, ni yo tendría un cruel enemigo de mi reposo.
Si en vez de celebrarse como chistes los vicios, el desaseo, la desvergüenza y el desarreglo de las costumbres, se consideraran como graves y repugnantes defectos, ni éste ni otros desdichados hubiesen llegado a tal extremo de miseria. Nada hay tan funesto como presentar al hombre un ideal que no esté de acuerdo con los preceptos de la virtud y halague al propio tiempo sus malas propensiones.
Lágrimas mías: ¿por dónde estáis que no corréis a mares?, como cantó el poeta. Unos amores desdichados, sí. Pero no quiero mentarlos. ¿Cúya es la culpa? ¿De ella? Jamás, jamás, jamás. La culpa es mía. Me enamoré de una beldad tan alta como la blanca Beatriz. Merecida es mi pena, y yo la acepto con júbilo infinito.
Palabra del Dia
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