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Actualizado: 19 de junio de 2025
Maldigo de la política, y juro que nunca he de volver a meterme en ella. Mi amiga Luisa está desconsolada. Ayer estuvo en mi casa, y, al contarme sus cuitas, rompió en llanto. Su gran desconsuelo no está en relación con la causa que lo produce. Mi amiga tiene fáciles lágrimas, y no menos fácil tiene la risa. Con esto queda dicho que es muy sensible a todas las emociones.
La desconsolada madre observa con dolor la pérdida de su hijo, y lo busca en vano por todas partes; entra en una iglesia llena de desesperación, y siguiendo una costumbre establecida en España, hace que un ciego recite la oración del niño perdido; apenas termina ésta, cuando suena en el fondo de la iglesia una voz que canta: Quien pierda tenga consuelo Que el bien que de él se destierra, Cuando se pierda en la tierra, Se viene á hallar en el cielo.
Asombréme, lloró desconsolada, golpeóse la cabeza con las manos, se mordió los puños apretados convulsivamente, volvió a hincarse en el suelo para pedirme perdón abrazada a mis rodillas, creció mi asombro, conseguí con trabajo que se sentara de nuevo, y la conjuré, por todos los santos de la corte celestial, a que me declarara enseguida todo cuanto tenía que declararme.
¡Que si quiero que se me haga justicia! pues ya lo creo; ¡á Dios la pido! ¡á Dios clamo por ella!... y estaré clamando hasta que la consiga... Pues aligerad. ¿A dónde me lleváis? A casa de otra alma desconsolada. No hay alma más desconsolada que la mía. ¡Quién sabe, Montiño! ¡quién sabe! pero andad, andad. ¿Y quién es esa otra alma desconsolada? Una mujer que está enamorada de vuestro sobrino.
Holofernes soberbio, crudo, altivo, Tenia la ciudad desta cercada; Al nombre hebraico era muy nocivo Con su fuerza, poder y cruda espada: Estaba al punto ya de ser cautivo El pueblo, y la ciudad desconsolada; Judith de remediarla deseosa Saliò por el ejército animosa.
Sí me contestó, con su triste sonrisa habitual. ¿Y entonces... por qué no os habéis casado? ¡Ha muerto! exclamó Amparo. Y se cubrió el rostro con las manos y rompió a llorar. Pero de una manera desconsolada, como si su alma entera se exhalase en aquel llanto.
Jacinta estaba desesperada, y en los ratos que podía cambiar una palabrita con su suegra, esta poníale una cara muy desconsolada, diciéndole: «Mal negocio, hija, mal negocio». Por la noche, comensales otra vez, y luego tertulia y mucha gente. Hasta las doce duró aquel martirio. Se marcharon al fin uno a uno.
Afligida y desconsolada la gente, suplicó al Mapono preguntase á sus dioses la causa de este infortunio. A que respondieron que ya lo sabían, y era, que llevando al cielo el alma de un niño, cuyo padre vivía allí, trató con poca reverencia á Tatusiso, y no se quiso dejar limpiar, por lo cual, enfurecido aquel dios, la echó en el río.
Kate lloraba desconsolada; Miss Buteffull se había puesto el sombrero y los guantes, como si esperase la orden de marchar. No hacía Currita aquellos alardes artísticos sentimentales a humo de pajas: la noticia había corrido en un segundo por los círculos políticos y aristocráticos de la corte, extendiéndose después por casinos y cafés, tiendas y plazuelas.
Y, en llegando junto a él, el escudero se arrojó de la mula y fue a tomar en los brazos a Dorotea, la cual, apeándose con grande desenvoltura, se fue a hincar de rodillas ante las de don Quijote; y, aunque él pugnaba por levantarla, ella, sin levantarse, le fabló en esta guisa: -De aquí no me levantaré, ¡oh valeroso y esforzado caballero!, fasta que la vuestra bondad y cortesía me otorgue un don, el cual redundará en honra y prez de vuestra persona, y en pro de la más desconsolada y agraviada doncella que el sol ha visto.
Palabra del Dia
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