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Actualizado: 19 de junio de 2025
Ya tendrá usted la prueba. Pero es importante que hable con la señora de Freneuse. El señor Marenval va á pedir que me reciba. Condúzcale usted y yo esperaré que me llamen. Entró en la pieza donde Marenval había interrogado tan largamente á Giraud acerca de Sorege, y el criado y Cipriano se encaminaron al salón en el que aquella madre desconsolada pasaba su existencia sin esperanza.
Puso la cara más desconsolada y agoniosa del mundo, la cara que pondría toda persona a quien se obligara a beber un vaso de vinagre. «¿De veras que no estás hoy en casa? No. Si usted quiere, puede venir a jugar con Riquín. Le sacaré a paseo. Está bueno el día. ¿Qué te parece? Muy bien. Pues voy, voy a hacer tu encargo» murmuró el viejo, consolándole la idea de pasear al niño. Isidora salió.
14 Mas él no la quiso oír; antes pudiendo más que ella la forzó, y se echó con ella. Y le dijo Amnón: Levántate y vete. Mas él no la quiso oír; Pues calla ahora, hermana mía; tu hermano es; no pongas tu corazón en este negocio. Y se quedó Tamar desconsolada en casa de Absalón su hermano.
Decia un dia el gran filósofo Citofilo á una dama desconsolada, y que tenia sobrado motivo para estarlo: Señora, la reyna de Inglaterra, hija del gran Henrique quarto, no fué ménos desgraciada que vos: la echáron de su reyno; se vió á pique de perecer en el océano en un naufragio, y presenció la muerte del rey su esposo en un patíbulo.
Pero la desconsolada señora temía a la gente que la rodeaba; aquella curiosidad de ciudad pequeña, aburrida en su monotonía, siempre alerta, a la caza de un nuevo suceso para gozar el placer de la murmuración.
Después de recibir tan infausta noticia, sólo he salido de casa para ir a la iglesia. Yo espero que mi hermano estará en el cielo, porque mi hermana me dice que ha muerto en el seno de la religión cristiana. Estoy muy desconsolada, y mi alma sólo encuentra alivio en aquello que la aproxima a la Divinidad. Estos días hemos celebrado los funerales por el eterno descanso del alma de mi hermano.
Tal vez, en sus sueños nocturnos, se vea de rodillas en las gradas de piedra del templo, sintiéndose indigna de entrar en él y llorando desconsolada. ¡Y pretende que no es cristiana! ¿Quién, entonces, merece el nombre de cristiano si ella no lo es?
No tenía remedio y sufriría inútilmente toda su vida. Pero los padres no parecían pensar que esa muerte fuera una felicidad y una liberación. La señora gritaba desconsolada... El señor estaba fuera de sí... Llegaba a dudar de la muerte de esa frágil y tierna criatura. Conservando algo como la sombra de una esperanza, explicó al médico dónde y cómo la encontraran.
No podemos dejarla así... deseamos ponerla sobre la cama... ¿Quiere usted? Pero él no contestó, ni pareció siquiera haber oído, y al ponerle la Baronesa una mano en el hombro, tembló como sacudido por una corriente magnética: su mirada extraviada, perdida, desconsolada expresaba una angustia tan pavorosa, que la locuaz señora se encontró por un momento con que le faltaban las palabras.
Le lloró por muerto con verdadera efusión de hija desconsolada, y se aterraba de la orfandad en que iba a quedar cuando más necesitaba de una persona sesuda y discreta que la dirigiera. La impresión de vacío y soledad que sacó de la casa, poníala en grandísima tristeza. En la Cava Baja pasó por junto a un pianito que tocaba aires de ópera con ritmo picante y amoroso.
Palabra del Dia
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