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Actualizado: 12 de septiembre de 2025
Aquí, pues, los dejemos, descansando Los unos y los otros muy gozosos, El tiempo en regocijos empleando Por los campos y prados deleitosos: A Juan Ortiz volvamos, que penando Está con sus soldados lastimosos: Al que quisiere ser bien informado, Serále en otro canto relatado. En este canto se trata de las crueles y terribles muertes que los indios daban
Hecho esto, con grandísimo silencio se entraron adonde él estaba durmiendo y descansando de las pasadas refriegas.
La víspera del día en que debía llegar D. Jaime, todos estaban alborotados en el lugar con la gran fiesta de la recepción que iba a haber. Hasta doña Manolita estaba más alegre que lo de costumbre y muy parlanchina. En la tertulia diaria sólo asistían ella, doña Luz y el Padre, porque los demás andaban aún ocupados en los preparativos de la fiesta, o descansando del ajetreo de aquel día.
No, Ernestina dijo por fin, tuteando a su mujer . Nunca nos uniremos. Te conozco: todas sois iguales. Es mentira lo que dices. Sigue tu camino, como si no nos conociéramos... Pero no pudo continuar. Su mujer le volvía ahora la espalda. Lloraba descansando la cabeza en el respaldo del asiento, y su enguantada mano introducía el pañuelo bajo el velillo para secarse las lágrimas.
En las paredes de oriente y ocaso, que eran los lados mayores del rectángulo, figuraron de relieve los arcos de lóbulos que no podian estar abiertos, y descansando en la ligera cornisa de su arrabá, esculpieron, á plomo sobre las enjutas del grande arco figurado, dos ricas ménsulas con leones asomando por ellas la cabeza y el pecho.
Al decir esto el cura, un pastor atravesó el patio y vino a decir al cura y al alcalde que Pablo estaba descansando en la puerta del patio, porque habiendo estado muy enfermo y habiendo hecho el camino muy poco a poco, se había cansado mucho.
Los pescadores veían al amanecer cadáveres que volteaban en la playa, donde el agua muere sobre la arena, descansando unos segundos en el suelo húmedo, para ser arrebatados á continuación por una ola más fuerte. Al fin, incrustaban sus espaldas en la tierra, manteniéndose inmóviles, mientras huían de sus ropas y sus carnes enjambres de peces pequeños volviendo al mar en busca de nuevo pasto.
Confórmate, hija mía, que él está entre santos y descansando de este mundo ingrato. No te des a la pena, que eso es ofender a quien todo lo puede. Y todas iban despidiéndose con idéntica retahila. Cuando la familia regresaba de dar el pésame, por supuesto que ponía sobre el tapete a la viuda y a la concurrencia, y cortaban las muchachas, con la tijera que Dios les dió, unos sayos primorosos.
Parecía jugar con ellos, atraerlos, para huir después de cima en cima. Por fin, los dos neófitos se vieron al pie de las tapias de El Pardo. Maltrana consideró su altura con asombro. Aquello no eran tapias: eran las murallas de la China. ¿Y había él de saltarlas? Prefería quedarse al pie de ellas descansando. Esperaría tendido en el suelo el regreso del Mosco, aunque volviese al amanecer.
¡Cuánto orgullo hay en este bajo mundo! ¡Cuánta demencia! Me encuentro en casa de mi hija Cecilia, descansando de mis fatigas cotidianas; ella vive completamente dichosa; es adorada de todo el mundo por su dulce carácter, y se ve rodeada de hermosísimos hijos cuyo número aumenta cada año. Este pueblecito de Saint-Amour es delicioso.
Palabra del Dia
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