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Actualizado: 12 de septiembre de 2025


Diole en la nariz cierto husmillo a gloria a Miguel de Cervantes, porque de una pequeña parte que vio, sacó un todo de perfecciones; y fue aquella pequeña parte una mano blanquísima, enriquecida con hermosos cintillos, que descansando iba, y por debajo de las cortinas, en la portezuela de la silla de manos; mano de alabastro, torneada; mano que hablaba en favor del brazo, y que, siguiendo por él, hacía soñar en un cuerpo humano poco menos que divino.

Cuando salieron de la tienda eran doradas y relucientes, y representaban dos mujeres hermosas. Ahora son negras y nadie sabe lo que representan. Descansando á un lado están los hierros de la chimenea. La lumbre los hiere de través produciendo destellos. Delante del fuego y próximas á él hay dos butacas en actitud de conversar amigablemente. Pero están mudas, ó por lo menos no se oye lo que dicen.

Esto dicho, volvió Sancho las espaldas y vareó su rucio, y don Quijote se quedó a caballo, descansando sobre los estribos y sobre el arrimo de su lanza, lleno de tristes y confusas imaginaciones, donde le dejaremos, yéndonos con Sancho Panza, que no menos confuso y pensativo se apartó de su señor que él quedaba; y tanto, que, apenas hubo salido del bosque, cuando, volviendo la cabeza y viendo que don Quijote no parecía, se apeó del jumento, y, sentándose al pie de un árbol, comenzó a hablar consigo mesmo y a decirse: -Sepamos agora, Sancho hermano, adónde va vuesa merced. ¿Va a buscar algún jumento que se le haya perdido?

En vano estoy descansando 725 Con daros disculpa á vos; Mas tengámosla los dos, Vos amando y yo pensando; Porque de pensar amando Lo que puede resultar, 730 Viene el alma á sospechar Lo que imaginó del ver; Porque no hubiera querer Si no hubiera imaginar. Que no queráis os advierto 735 Hombre tan fino y helado, Que por lo helado me ha dado Tristes memorias del muerto.

En los peldaños de una escalera vio varias cabezas cortadas descansando sobre su base, pero sin piel, mostrando el rojo de los músculos y el azul obscuro de sus venas. Maltrana había contemplado con curiosidad estos juguetes de la ciencia. Eran piezas de cartón para el estudio de los alumnos. Y al hacer la pregunta al amigo, éste rompió a reír: No, tonto.

Era Alemania la que pegaba, y los sacerdotes de todos los cultos acabarían por santificar con sus himnos la guerra bendita, si es que conducía al triunfo. Nosotros no hacemos la guerra por castigar á los servios regicidas, ni por libertar á los polacos y otros oprimidos de Rusia, descansando luego en la admiración de nuestra magnanimidad desinteresada.

Palabra del Dia

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