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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Al pie de una fuente fría, Al pie de una fuente clara, Que por el oro corría, Que por el oro manaba. ¿No le parece á usted, señorita, que podemos ir dejando la romería? El sol está ya muy bajo... Laura sacudió la cabeza como si despertase de un sueño y soltó sus manos del corro. Cuando se alejaron de la danza las voces agudas cantaban: Ya su buen amor venía, Ya su buen amor llegaba.
La mujercita saludó con una dulce sonrisa a Juan, y dejando sobre su mismo banco el pequeño y la cesta, encorvóse penosamente para atar el zapato de su hijo mayor.
Y por si este arrastre oportunísimo de las notas no lo decía con toda claridad, corrobóralo un alzar de pupilas y meterlas en el cogote, dejando descubierto sólo el blanco de los ojos, cuando llegaba al punto álgido o patético de la melodía, que realmente era para impresionar a cualquier belleza por áspera que fuese. La maliciosa insinuación de Pepa Frías tenía fundamento.
En la vegetación de estas regiones, decíamos, es donde se verifica la alegoría pagana del terrible castigo de Prometeo, ó mejor dicho, donde se admira la magnífica realización de la mitológica fuente Canatos, donde Juno recobraba la virginidad; aquí, añadíamos, la hoja del árbol no cae seca y marchita; aquí se rinde por el tiempo, mas no por falta de lozanía, dejando en su caída, no un tallo seco y mustio, sino una hermosa gemela, heredera de su juventud, de sus brillantes colores, de su pureza y de su jugo.
Indicó a Isidora la salida, dejando escapar de sus labios, trémulos de ira, esta palabreja: «¡Cursilona!...»
Como, al levantar el campamento antes de llegar el alba, mi mula era la primera que estaba lista, tomaba siempre la delantera, mientras el guía y el mozo de mano arreglaban los cargueros. Así marchaba hasta la mitad del día, solo, perdido en mis pensamientos y dejando a veces escapar exclamaciones de sorpresa ante un cuadro cuya salvaje grandeza me hacía detener a mi pesar.
El hombre estrechó la mano del empleado, dejando dentro de ella algo que humanizó su fiero gesto. Me conose usté, ¿verdá?... dijo el recién venido . ¿De vera que no me conose?... Soy el cuñao de Gallardo, y esta señora es su esposa. Carmen miraba a todos lados en el abandonado patio.
Finalmente, después de haber bailado un buen espacio, el Interés sacó un bolsón, que le formaba el pellejo de un gran gato romano, que parecía estar lleno de dineros, y, arrojándole al castillo, con el golpe se desencajaron las tablas y se cayeron, dejando a la doncella descubierta y sin defensa alguna.
Mas antes que llegase al sitio un minero de baja estatura, de mísero aspecto, aquel Joyana amigo y compañero de Plutón se le plantó delante y le descerrajó un tiro en el pecho dejándole muerto. Nolo brincó como un león dejando abandonada á Demetria. En aquel momento una mano criminal, la mano de Plutón, avanzó por encima del hombro de aquélla y le dió una terrible cuchillada en la garganta.
Dejando a las mamás que hablasen entre ellas, tomamos rápidamente la delantera en cuanto estuvimos fuera de la población. Y bien, Magdalena exclamó de repente Francisca, ¿sigues defendiendo a las aiglemontesas? Como las ataques mucho, puede ser. ¡Ah! veo que cedes, caballeresca Magdalena exclamó Francisca triunfante. El otro día te alzabas en los espolones como un gallo inglés.
Palabra del Dia
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