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Actualizado: 11 de junio de 2025
Me gusta mucho recitar continuamente y con el pensamiento puesto en Dios, desde las arboledas de Milly, bajo la sombra de la casa que ha visto nacer a todos mis queridos hijos, este versículo de los Salmos: «Señor, ya que habéis sido mi tranquilidad y mi esperanza en los días de mi juventud, ¡no me dejéis abandonado, en los de mi vejez! ¡Cuando las fuerzas me faltan, no me retiréis vuestra diestra mano!»
-En una lo diré -replicó don Quijote-, y es ésta: que luego al punto dejéis libre a esa hermosa señora, cuyas lágrimas y triste semblante dan claras muestras que la lleváis contra su voluntad y que algún notorio desaguisado le habedes fecho; y yo, que nací en el mundo para desfacer semejantes agravios, no consentiré que un solo paso adelante pase sin darle la deseada libertad que merece.
El camino de aquí a Ronda es corto, la priesa que nos daremos mucha, y si vos os tomáis el cargo de abrir un par de puntos a la cabeza medio bautizada de Muley, después mientras se emparcha y acuden los suyos, ya nosotros estaremos en salvo puerto, a no ser que encomendéis a la punta de vuestra espada visite bien visitado el pecho de ese jayán, y lo dejéis, y esto sería lo mejor, de manera que no piense en moverse de aquí hasta el día del juicio.
"Aunque de vos me ayude para desviar de mí riesgos tan grandes, sólo será para que me dejéis en un monasterio, el más a mano, hasta que de vuelta de Granada o me saquéis de él para ser vuestra, o me dejéis allí para ser de Dios. "Al principiar la noche me aguardaréis cerca del puente, y todo pronto para acercarnos a parte de que no perdamos valor. María."
Es necesario que la dejéis en el rizo. La dejaré... pero tomad vos las de mi madre... Después, don Juan, después. ¿Queréis oírme? Seguid, señora. Cuando os pregunte alguien que por qué herísteis á don Rodrigo Calderón, inventad una mentira razonable... pero si el rey os preguntase por un acaso... No pienso que tenga ocasión de hablarme.
La Dorotea fijó una mirada dilatada, inocente, dolorosa, enamorada á un tiempo en Juan Montiño; extendió hacia él un magnífico y mórbido brazo, y estrechando una mano del joven, le dijo: Os suplico que me dejéis sola; yo os disculparé con don Francisco. ¡Qué! ¿tanto os enoja que yo continúe á vuestro lado? No, no me enoja; pero... me siento mal; estoy turbada, ¿no lo véis? estoy avergonzada.
Los años de don Bernardo Os ponen culpa, don Diego. Confieso que estuve ciego. 275 Es don Alonso gallardo Y gran soldado. Ya es hecho, Y yo me sabré guardar. Un consejo os quiero dar Para asegurar el pecho. 280 ¿Cómo? Que dejéis á España Luego que salgáis de aquí. ¿Á España, Fulgencio?
Que me dejéis en paz y os vayáis por donde habéis venido, porque aquí no estamos en Méjico. No se ponga tan bravo, señor respondió con calma amenazadora Federiquito . Afloje el bolsillo un poco y ya verá qué pronto embarcamos. Os he dicho que estáis equivocados. No sólo no me he llevado nada de vuestra madre, sino que la he dejado los quince mil pesos de la hipoteca.
Para gozar el aroma de sus flores, la frescura de sus árboles y la grata perspectiva de sus calles, es necesario que dejéis vuestro coche a la puerta y ensuciéis un poco la suela de los zapatos; porque el Retiro está hecho por Dios y el Ayuntamiento para nosotros, exclusivamente para nosotros los villanos.»
Palabra del Dia
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