Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 13 de julio de 2025


Sentía tal voluptuosidad penetrante teniendo a su hijo colgado a sus pechos, mirándola con ojos graves, acariciándole la cara con su manecita mientras saciaba ávidamente el apetito, que no cambiaría aquellos momentos por todos los goces de la tierra. ¿Por ventura se refugiaría la joven esposa en el amor maternal con tanto ímpetu para consolarse de algunas decepciones conyugales?

Acabas de decirme que conoces a la señorita de Sardonne desde su infancia, y sin duda por eso, por el hastío que engendra el hábito, no te das cuenta de cuan grande es su belleza... ¡Oh! ¡es fascinadora!... Tiene el puro, serio, y un tanto trágico, encanto de Urania... y de Musa también; es su voz, armoniosa y grave; encanta oírla leer; durante nuestras sesiones para pintar el retrato de la baronesa, mil veces me ha asaltado la loca idea de traerla a mi casa para hacerla el hada de este taller en que nos encontramos... que por la magia de su presencia resplandecería cual otro paraíso... Si hubiese conocido a la señorita de Sardonne en la alta posición social en que nació, todo eso no habría pasado de un ensueño pasajero de artista... uno de esos ensueños que con tanta frecuencia nos asaltan... porque nosotros somos generalmente muy aristócratas en nuestros amores... La mitad de nuestra vida la pasamos por ministerio de la imaginación en muy altas esferas, en muy escogida compañía... Vemos con harta frecuencia a las grandes damas en medio de los esplendores de sus palacios, y entrevemos a las diosas tronando sobre sus solios de nubes... Y aun es una de nuestras grandes decepciones, de nuestros grandes dolores caer de pronto desde esas doradas alturas encima de las ronzas de la tierra... Ahí tienes por qué, precisamente en estas cuestiones de matrimonio, son tan graves nuestros errores y tan profundos nuestros desencantos... ¡Ay! ¿quién lo sabe mejor que yo?... Pues bien, te decía que si hubiese encontrado a la señorita de Sardonne en todo el brillo de su nacimiento y de su fortuna, conozco demasiado las leyes y las costumbres sociales como para que ni un momento se me hubiera ocurrido aspirar a su mano... Pero, en fin, la veía desgraciada y pobre... y al menos, si no en otro, en el camino de la riqueza me encuentro ya... Aquellas circunstancias venían a acortar la distancia entre nosotros... Podía al menos ofrecerla una posición independiente... dar a su hermosura un marco digno de ella... y poco a poco me dejaba ganar por una tentación tan poderosa, precisamente cuando me pareció observar que tu amistad hacia la señorita de Sardonne tomaba el carácter de más serios sentimientos... Desde ese momento mi línea de conducta estaba trazada... ponerme en fuga...

Juanón y su camarada el de Trebujena esperaban resignados el último suplicio. No querían vivir, les daba asco la vida después de las amargas decepciones de la noche famosa.

Sabe que existe, que otros lo han conocido, y se resigna difícilmente a vivir y morir sin conocerlo ella también. Es seguramente un peligro para una mujer, el conservar y nutrir, después de las decepciones del matrimonio, el ideal de un amor desconocido; pero hay un peligro aún mayor para ella, y es perderlo.

Su atención se concentraba inmediatamente en los nuevos pollastres que venían piando a cobijarse bajo sus alas protectoras. Quien les causó una serie de decepciones y amarguras, que a poco dan con ellas en el sepulcro, fue el conde de Onís. En su vida habían tropezado con un hombre más incomprensible. ¡Lo que las pobres sudaron para meterle en vereda, en la florida vereda de Himeneo!

Pero arguyó la señora de Aymaret , a ese hombre honrado, que es al mismo tiempo un hombre de corazón y un hombre de talento, ¿no puedes amarlo un poco siquiera? Lo he procurado... pero no puedo... Juzga mi situación replicó Beatriz con suma viveza. Y entonces puso a su amiga en antecedentes de sus primeros disgustos domésticos, de sus decepciones continuas, de sus repulsiones secretas.

El recuerdo de Colón surgió en la memoria de Maltrana. Ya sabe usted continuó cuál era el ensueño de nuestro amigo don Cristóbal al ir como solicitante detrás de la corte de los Reyes Católicos. Figúrese las decepciones y desalientos que sufriría durante ocho años, cuando monarcas y ministros, ocupados en guerras inmediatas, no podían escucharle.

¡Tía! exclamó Pierrepont con acento de sentido reproche. ¡Bien!, te ofendo... tienes razón... estas decepciones me ponen de mal humor... ya hablaremos de nuevo... ¡ahora vete! Y Pierrepont se retiró, besando antes a la baronesa en las dos manos.

Palabra del Dia

hilaban

Otros Mirando