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Al ver á la de más edad con el rostro libre de velos, no sufrió ninguna decepción. Su enemiga tal vez habría perturbado en otro tiempo la tranquilidad de los hombres, pero ahora podía continuar impunemente sus gestos hostiles y alojadores: el capitán no pensaba entristecerse por ello. Debía estar más allá de los cuarenta años.

Abriendo una mampara negra, entraron en el despacho, pieza empapelada de obscuro, con estantes de carpetas verdes y grandes cromos franceses de santos y santas, que parecían acicalados y perfumados para asistir a un baile. Allí, tras la mesa-ministro, sobre la cual todo estaba arreglado con nimia pulcritud, mostrábase el famoso banquero. Tónica experimentó una decepción.

¡El que sea hombre, y tenga vergüenza, que me siga! continuó Juanón a grandes gritos, sin saber ciertamente adonde conducir a los compañeros. Pero a pesar de sus llamamientos a la virilidad y la vergüenza, la mayor parte de los reunidos se hacía atrás instintivamente. Un rumor de desconfianza, de inmensa decepción, elevábase de la muchedumbre.

Asegurados estos puntos principales, el tiempo irá consolidando la obra de organización unitaria que el crimen había iniciado, y sostenían la decepción y la astucia.

El público del Acuario, al ver junto á los vidrios las chatas cabezas de los animales nadadores, gritaba y movía los brazos, como si pudiera ser visto por sus ojos de estúpida fijeza. Luego experimentaba cierto desaliento al notar que continuaban indiferentes al curso de sus flotaciones. Ferragut sonreía ante esta decepción.

Feli intervino, conmovida por el gesto de inmensa decepción de la pequeña. Tómela usted, señora... Yo se la regalo. Y pagó, mientras la pobre mujer le daba las gracias, y la niña, con el mutilado monigote sobre el pecho, repetía a instancias de la madre: Gracias, señora... muchas gracias. Isidro, mientras tanto, examinaba las caras de los vendedores.

Pero al mismo tiempo pensaba con miedo en las horas de angustia que le esperaban allá en los altos hornos, si se retiraba llevando sobre el alma el peso de su decepción. ¡Cuando menos, dime que me querrás siempre! dijo cogiendo una mano de Pepita, como si hubiese olvidado la protesta de antes. ¡Dime que, ocurra lo que ocurra, no me olvidarás! ; te quiero: no podré olvidarte nunca.

Pobre abuela... Siente mi pena a pesar de la calma aparente que ha logrado conquistar. Está triste y pálida y me mira con inquietud... En pocos días ha envejecido muchos años... Y pensar que hubiera querido tanto hacerla dichosa... 16 de abril. He pasado una parte del día leyendo este voluminoso diario, relato de mis deseos y de mis ilusiones y testigo de mi decepción.

Mientras tanto Nolo, que sentía vergüenza entre tanta gente, se deslizó sin despedirse, prometiéndose volver en seguida por si algo ocurría. Las amigas de Demetria, aunque se mostraban alegrísimas y no cesaban de pellizcarla y empujarla para dar testimonio de ello, ocultaban no obstante en el fondo de su alma una amarga decepción. Todas habían contado hallarla vestida de señorita.

Pero ¡ay! ¿esperaría la muerte? ¿Era filial aquella prudente reserva? Liette cayó de rodillas. Perdona, madre querida; quería ahorrarte una decepción probable... Pronto, cuéntamelo todo... ¿Te ama? Así me lo ha dicho. ¿Y escrito también? Por eso recibías tantas cartas de Granville... La anciana se reía maliciosamente, muy orgullosa por su perspicacia. ¡Oh! dos solamente, y no las he respondido.