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Todo amor, aun el más tierno, aun el más santo, no es más que el instinto sexual disfrazado. Aquello de haber encontrado un ser tan noble, tan puro, tan exento de egoísmo como su esposa constituía para él una verdadera decepción. Pero ya que por este lado no podía refocilarse en sus ideas negras, desesperadas, halló manera adecuada de darles satisfacción pensando en el marquesito.

Era una sombra del pasado, y si llegaba a ceder en un momento de bondad, se arrepentiría luego, viendo en Ojeda un gesto de decepción, lo mismo que si acabase de sufrir un engaño. «No, novio mío, noLo importante era amarse.

Fuerte había sido para él la decepción; pero no pensó en contrariar a su hija, y mucho menos conociendo mi amor. Era franco, leal, sensato e incapaz de encapricharse en una idea, sobre todo, comprometiendo la felicidad de una sobrina. Pablo soportó su desgracia con gran serenidad.

Había sufrido decepciones más crueles: aquella otra no me causó la más leve amargura. Por otra parte, apenas si era tal decepción. Para muchos habría sido más que satisfactoria aquella situación. Yo la consideraba de muy diferente modo.

Hubiera querido distraer su imaginación llevándola a dar un largo paseo en coche, pero ella temía que Carolina viniera durante su ausencia, y sus fuerzas decaían con rapidez. Cada vez que la miraba, se persuadía de que la decepción que la amenazaba extinguiría la escasa vida que latía en su debilitado organismo.

En cuanto a decepción, tengo un ciento, como cada hijo de vecino, amiga mía; y no es poca el inspiraros lástima en lugar de agrado, que es lo que más deseo. Pero una hay entre todas que descolora vuestra vida y hace que sea para vos la felicidad un sarcasmo que os llevará a mirar la tumba como un descanso y la muerte como una sonriente amiga.

El millonario hizo un gesto negativo. No, ¿para qué? Aquello había terminado. No podía olvidarla; eso nunca: le dolía la decepción, pero el mismo odio con que pensaba en ella, era un signo de que no tan fácilmente iba á librarse de su recuerdo.

Por favor, déjeme usted toda la responsabilidad de lo que ha pasado dije con voz poco segura. Así como ignoraba lo que era una decepción, no sabía hasta donde podía ir la joven hipnotizada por el deseo de casarse... Ahora lo añadí temblando ligeramente; la cosa hace poco honor a la sociedad...

La señora tuvo un gesto de viva contrariedad, y por un instante su decepción fué sincera; pero en seguida cruzó sus manos cómicas: ¡Casado, usted! ¡Oh, qué desgracia, qué desgracia! ¡Perdóneme, ya sabe!... No lo que digo... ¿Y su señora vive con usted en el ingenio? , generalmente... Ahora está en Europa. ¡Qué desgracia!

Me había usted prometido traerlo... ¡Es fastidioso!... Querida Condesa, me va usted a guardar rencor por esta decepción, pero no es mía la culpa. El desagrado de la Condesa Vannier era visible a pesar de sus protestas de urbanidad.