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Actualizado: 4 de junio de 2025
Opina Rosalía que debí eliminar de la publicación algunos detalles íntimos de su carta; pero yo los dejé intencionalmente, por la pintoresca vivacidad que daban al relato. Rosalía, en resumen, está conforme con que yo haya revelado el secreto de su vida. En cambio, Petrona está enojadísima por haber publicado su conversación conmigo. Yo siento mucho perder la amistad de esta muy querida amiga.
Debí pasar demasiado tiempo en meditar sobre éstas y otras puerilidades, y en paladear los recuerdos que despertaba en mí la contemplación de aquellas cristalinas aguas que tanto han dado que hacer a la Historia y a la fantasía de los poetas, porque el espolique, salvando todos los respetos de costumbre en su ruda cortesía, me apuntó la conveniencia de que continuáramos andando.
Sorege, que había vuelto como si nada hubiera pasado, me tenía al corriente de todas las fases de la partida empeñada por ti. Se había vuelto risueño y ya no me hablaba de amor. Debí temerlo todo, pero una especie de aturdimiento me dominaba y no estaba verdaderamente en posesión de mi razón.
Todo lo tenías, posición brillante, nombre respetado, influencia, crédito, y todo lo has perdido, por querer abarcar demasiado, por glotón, por insaciable... Si yo debí retirarme en abril de los negocios: en saber retirarse a tiempo del juego, está el quid de la suerte; pero, todos creíamos que esto iba a durar, que la mina era inagotable... El doctor, empujándome siempre.
El P. Jacinto, sin alterarse, imitando el entonado reposo de su ilustre amiga, contestó lo que sigue: Ya he confesado con ingenuidad que debí aconsejarte antes.
Sr. de Araceli, buenas noches... Y usted, niña, ¿qué hace aquí? ¡Ah!, ya... Mi casa sirve de refugio a los amantes... Son ustedes más afortunados que yo... ¡Condenación eterna para las niñas mojigatas!... Un hombre como yo... No debí acceder... ¡Por San Jorge y San Patricio!... Lord Gray dije hemos venido a esta casa con móvil muy distinto del que usted supone.
No me siento hoy muy bien. ¿Es que le ha dao calabasas la novia? Aquella pregunta, hecha sin duda alguna al sabor de la boca, me causó una extraña y profunda impresión. Debí de ponerme como una cereza, y sonreí forzadamente. Joaquinita soltó la carcajada. Vaya, he dao en el clavo sin saberlo.
¡Miserable! ¡debí matarle! gritó don Víctor cuando ya no era tiempo; y como si le remordiera la conciencia, corrió a la puerta del parque, la abrió, salió a la calleja y corrió hacia la esquina de la tapia por donde había saltado su enemigo. No se veía a nadie. Quintanar se acercó a la pared y vio en sus piedras y resquicios la escalera de su deshonra.
Así lo quiere la divina voluntad, de la que es reflejo este querer mío, que os parece brutalidad caprichosa, porque no entendéis, no, de las grandes empresas del espíritu, pobres ciegos, pobres locos... Don Salvador, por la Virgen, no se enfade usted. Yo no soy mala... Máximo es bueno... Usted lo sabe... los tíos lo saben... ¡Que no debí venir aquí sola...! Bueno... Volveré a casa.
Pero dígame, señora, así el cielo la acomode con otro más blando amante que mi amo: ¿qué es lo que vio en el otro mundo? ¿Qué hay en el infierno? Porque quien muere desesperado, por fuerza ha de tener aquel paradero. -La verdad que os diga -respondió Altisidora-, yo no debí de morir del todo, pues no entré en el infierno; que, si allá entrara, una por una no pudiera salir dél, aunque quisiera.
Palabra del Dia
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