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Actualizado: 4 de julio de 2025
Debí regalarte una cama, pues nos has servido bien, querías mucho á mi mujer, quieres á mis hijos, y en tantos años que entras aquí jamás nos has robado ni el valor de un triste clavo. Pues bien: si entonces no se me pasó por la cabeza socorrerte, ahora sí.»
Un año privada de la vista de todo el mundo. ¡Dios mío! Os juro, señora, que no me perdonaré nunca el sacrificio á que os obliga mi locura... No, no; merezco bien esa penitencia. ¡Vos! Sí, yo; yo, al sentirme deshonrada, debí darme la muerte... y si no fuera por el hijo que siento en mis entrañas... Pues bien, señora; yo os juro hacer tan grande y tan poderoso á ese hijo...
A mí me lo ha exigido varias veces, y siempre me han costado muy caros los conjuros; porque, según me afirman, no debí hacerlos nunca por intermediarios. Me he convencido de que esto es verdad, y estoy resuelta a cambiar de sistema, recorriendo esos trámites por mí misma cuando sean de necesidad.
Son hijos de Dios lo mismo que esta pobre pequeña de aquí.... Hice mal, muy mal en tomarle tanta afición.... Pero es que sólo un perro, ¡qué!, ni un perro...: sólo una fiera puede besar a un angelito y no quererlo bien». Resumiendo después sus cavilaciones, añadió para sí: «Soy un majadero, un Juan Lanas. No sé a qué he venido aquí la vez segunda. No debí volver.
A estas horas habrá muerto aquella santa.... En el cielo la pobre abogará por mí ... ¡Por mí, que fui su verdugo! ... Sin embargo, la quería y si vuelvo los ojos al pasado no encuentro en mi vida otro pecado que haber hecho una mártir de mi pobre mujer ... Debí haberla ocultado que tenía otras mujeres.
Sin embargo, debí de estar blando en la argumentación, porque ella insistía cada vez con más fuerza, y por un momento creí ser derrotado. Entonces capitulé. Le dije que, aun suponiendo, lo cual no era probable, que las señoritas que allí asistieran se enamoraran de mí, nada malo podía redundar para ella, puesto que yo estaba ya perdidamente enamorado, y en mi corazón no cabía otro amor.
¿Y por qué? ¿Acaso vos, señor, no habéis querido perderme? Debí separaros de la servidumbre del príncipe y os separé; pero no os prendí como pudiera haberlo hecho; ni os desterré, ni aun siquiera os envié á nuestro ejército de Italia. Y habéis hecho muy bien, porque os conviene tenerme por amigo. ¿Que me conviene?
No debí darle a entender que la amaba; pero yo la amaba y la amo aún con todo mi corazón, y no le he dado bebedizo, ni filtro, sino el mismo amor que la tengo. Es menester, sin embargo, desechar, olvidar este amor. Dios me lo manda. ¿Te imaginas que no es, que no está siendo, que no será inmenso el sacrificio que hago? Pepita debe revestirse de fortaleza y hacer el mismo sacrificio.
El pensamiento de encontrarme en presencia de aquella mujer hizo latir violentamente mi corazón y debí palidecer, porque Pector se echó á reir y me dijo: ¡Diablo! ¿Tan impresionable es usted, querido? ¿Ó es que está usted bajo el imperio de la abstinencia? La verdad es que la hospitalidad de las indias de los lagos no es muy halagüeña, ¿verdad?
El extremado terror de Nancy había vuelto. Sus ojos, llenos de espanto, se encontraron como en una crisis en que el efecto se hubiera suspendido. Nancy dijo Godfrey lentamente , cuando nos casamos, yo os oculté algo... algo que debí deciros. Aquella mujer que Marner encontró muerta entre la nieve... la madre de Eppie... aquella mísera mujer... aquella mujer era mi esposa. Eppie es mi hija.
Palabra del Dia
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