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Actualizado: 7 de junio de 2025
Ahora, al notar la libertad con que se tratan ciertas materias y la manga ancha que tiene el autor para algunos deslices, dudo de que el señor deán, cuya rigidez sé de buena tinta, haya gastado la de su tintero en escribir lo que el lector habrá leído. Sin embargo, no hay bastante razón para negar que sea el señor deán el autor de los Paralipómenos.
Para ordenar al dean D. Juan de Contreras fué menester que el cabildo le mandase entregar el báculo de plata dorado, e la mitra mayor, con lo que necesario es del Pontifical mayor, para levar á nuestro Sr. el obispo D. Sancho de Roxas á Baena.
Lleváronse escaños para todos los balcones menos el primero que fué cabezera porque cupiese el banquito de los señores Oficiales de Fábrica y un tapete por debajo de cada escaño, que la alfombra no llegaba al balcón, con una almohada para el señor Dean ó Presidente para los pies.
Epílogo. Cartas de mi hermano La historia de Pepita y Luisito debiera terminar aquí. Este epílogo está de sobra; pero el señor deán le tenía en el legajo, y ya que no le publiquemos por completo, publicaremos parte: daremos una muestra siquiera.
Las cartas que la primera parte contiene parecen escritas por un joven de pocos años, con algún conocimiento teórico, pero con ninguna práctica de las cosas del mundo, educado al lado del señor deán, su tío, y en el Seminario, y con gran fervor religioso y empeño decidido de ser sacerdote. A este joven llamaremos D. Luis de Vargas.
Esta capilla fué en un principio llamada de los obispos, pero mas se la conoce hoy como del dean D. Lope, por estar enterrado en ella el dean D. Lope de Sandoval, que fué el que le hizo la reja que tiene en los primeros años del siglo XVI. Está hoy sin culto, y es la última del lado de poniente. Véase Gomez Bravo, cap.
Así como a los delicados de la vista la claridad les hace arrugar los párpados, a don Fermín le hacía sonreír; parecía aquella sonrisa con que siempre le veía el público, un efecto extraño de la luz en los músculos de su rostro. Pero esto no engañaba a los que le conocían bien los más muy a su costa . El primero que se atrevió a acercarse fue el Deán que llegaba entonces al paseo.
Es el caso que doña Nicolasa tuvo allá por el quinto mes un sueño extraordinario, en el cual vió que el fruto de su vientre, ya crecido y entrado en años, era arrebatado al cielo en un carro de fuego; más tarde la buena señora daba en soñar todas las noches que su hijo era consejero del Despacho, padre provincial, venticuatro, racionero, deán y hasta obispo, rey, emperador ó, cuando menos, papa ó archipapa.
Molina contestó en el mismo tono, y abriendo la puerta del estudio, mandó salir al deán; éste creyó desconocida y burlada su autoridad, el pintor consideró ajado su decoro de artista, y tales cosas se dijeron, uno bajando la escalera, y otro desde arriba, que nunca más pudo haber entre ellos paz ni avenencia.
Entonces ese hombre añadió señalando a su adversario se enfureció conmigo. Como que esa no es virtud gritó el eclesiástico ni siquiera es esa porque es ese. Porque es virtud macho dijo el Santo al deán tú no puedes comprenderlo. Y vamos a ver, vamos a ver, ¿para dónde eran las pinturas? Para la catedral contestó Molina. ¿Y allí querías colocar el Trabajo? Sí, señor.
Palabra del Dia
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