Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 22 de mayo de 2025


Era rubia, de ojos azules, ensortijado el pelo; estaba en camisita y traía en la mano la pelota. Luis, Genoveva y Damián, cayeron de bruces sobre la mesa... Casilda, loca de espanto, se tiró al suelo de rodillas, cubriéndose el rostro con las manos y gritando: ¡Perdón, Señor! La niña retrocedió asustada, tiró al huir la lamparilla derramando el aceite, y se metió en la cama muertecita de miedo.

Al acercarse Nochebuena, Casilda y Damián dispusieron en obsequio de Luis y Genoveva, una cena opípara. Sopa de almendra, besugo, pavo, ensalada de lombarda cocida, infinidad de golosinas, para el centro de la mesa un castillete de guirlache, y para que fuese todo bien regado, Valdepeñas y Champaña de a doce reales botella.

Hizo Damián una muda reverencia, y salió leyendo el sobrescrito de la carta, que era el siguiente: «Señor don Francisco Javier Pérez Cueto. Calle de X , número 10, tercero, derecha».

Damián Arias de Peñafiel fué un eminente artista dramático de su época, de quien dice Caramuel que tenía voz clara y harmoniosa, una memoria excelente y una acción animada y expresiva, pareciendo como si las gracias acompañasen á los sonidos articulados por su lengua, y Apolo á sus gestos y al movimiento de sus manos . La fama de que disfrutó fué tan grande, que los mejores oradores de Madrid aprendieron de él el arte de hablar, y era tanto el entusiasmo que movía, que D. Luis de Benavente dice de él, en uno de sus entremeses, lo que sigue: Que en ocupando el teatro Arias, compañero nuestro,

Ya sabía ella lo que pasaba cuando disponían semejantes francachelas: primero, cuarteto de comentarios sobre si tal o cual hermano tenía o no manos puercas en la administración de la cofradía; y luego, cuando iba decayendo la charla, formación y aislamiento de dúos: Casilda y el cerero se quedaban en el gabinete, discutiendo la elocuencia de un predicador, mientras Damián y la cerera se iban al cuarto de la plancha.

Sorprendióle la llegada de Damián en esta operación todavía, e interrogóle al punto con la vista: el señor Pérez Cueto estaba en casa, y la carta le había sido entregada.

Como la suerte del teatro español, después de su período más brillante, ha sido trazada tan sólo con sus rasgos más generales y sin detenernos en pormenores, no ha habido ocasión oportuna para hablar de los actores más famosos del siglo XVIII. Dos descollaron únicamente, cuyos nombres hemos de consignar ahora, que son Damián de Castro, que representaba con mucho arte los papeles llamados de figurón, hasta el punto de que casi todas las comedias de esta clase de Cañizares y de Zamora se compusieron particularmente para él, floreciendo en los reinados de Carlos II y de Felipe V; y María Ladvenant, la actriz más célebre de su época, de la cual dice Signorelli, testigo de su habilidad, que era digna de figurar entre las artistas de más talento y de más gracia de todos los tiempos.

Gravina era un buen jefe de división; pero nada más. La previsión, la serenidad, la inquebrantable firmeza, caracteres propios de las organizaciones destinadas al mando de grandes ejércitos, no las tuvieron sino D. Cosme Damián Churruca y D. Dionisio Alcalá Galiano.

En efecto, o por benevolencia, o porque los dos aventureros le eran simpáticos, o para mitigar el desdén o descuido del Rey, Damián de Goes estuvo afabilísimo con ellos y los movió a seguirle a la iglesia del Carmen, en pos de la comitiva del Rey.

Encogióse Damián de hombros, por parecerle el tal Pérez Cueto algún pobre diablo que no merecía se molestase él en llevarle una carta, y Jacobo quedó solo, preguntándose qué se hace un hombre en esta vida levantado desde las ocho de la mañana.

Palabra del Dia

ciencuenta

Otros Mirando