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Actualizado: 5 de mayo de 2025


-Señor, en la casa pública; no se detenga V. Md., que las ánimas de mi madre y hermano se lo pagarán en oraciones, y el Rey acá. ¡Jesús! -dijo-, no nos detengamos. ¡Hola, seguidme todos! Dadme una rodela.

E si nos vinieren á prender, con la gente é con el pueblo meterémos en bullicio la cosa; é así los matarémos é nos vengarémos de nuestros enemigos. Dijo entonces un judío anciano que estaba allí: Fijos, la gente bien me parece estar á punto, tal sea mi vida, pero ¡qué! ¿los corazones donde están? Dadme corazones

D. TELL. Dadme los brazos. NU

Pues mostrad, tío Manolillo... dadme capote, que por más que lo sienta os aplaudiré... ¡pero engañarme yo tratándose de mujeres!... ¡creer yo á la buena Margarita de Austria!... si de esta vez me engaño, ni en la honra de mi madre creo... con que desembuchad, hermano, desembuchad, que me tenéis impaciente, y tanto más, cuanto tengo que haceros preguntas de dos años. ¿Quién es el rey secreto?

ABIND. Beso tus pies mil veces, gran Narváez; Que harás en eso, aunque es hazaña tuya, La mayor gentileza que en el mundo Ha hecho caballero generoso. NARV. ¡Ah, hidalgos! PÁEZ. ¿Qué nos mandas? NARV. Este preso. Señores, si gustáis de darme, quiero Salir por fiador de su rescate. PER. Haced, señor, de todo a vuestro gusto. NARV. Dadme esa mano diestra, Abindarráez. ABIND. Tomad, señor.

Por lo mismo, mirando el lugar en que nos encontramos, y sobre todo mi decoro, sed respetuoso conmigo. ¿Y cuando, señora, no os he respetado? Dadme una prueba saliendo de aquí. Prometedme que vos no pasaréis más adelante. Aseguradme que seréis dócil á lo que yo quiera. Os lo juro, siempre que no me pidáis lo que no puedo concederos. Pues bien, no entraré. ¿Y podré yo entrar hasta vos?

Figurósele que la litera eran andas donde debía de ir algún mal ferido o muerto caballero, cuya venganza a él solo estaba reservada; y, sin hacer otro discurso, enristró su lanzón, púsose bien en la silla, y con gentil brío y continente se puso en la mitad del camino por donde los encamisados forzosamente habían de pasar, y cuando los vio cerca alzó la voz y dijo: -Deteneos, caballeros, o quienquiera que seáis, y dadme cuenta de quién sois, de dónde venís, adónde vais, qué es lo que en aquellas andas lleváis; que, según las muestras, o vosotros habéis fecho, o vos han fecho, algún desaguisado, y conviene y es menester que yo lo sepa, o bien para castigaros del mal que fecistes, o bien para vengaros del tuerto que vos ficieron.

Pero dadme, señora, la mano, que yo no quiero otra seguridad mayor que la de mi continencia y recato, y la que ofrecen esas reverendísimas tocas. Y, diciendo esto, besó su derecha mano, y le asió de la suya, que ella le dio con las mesmas ceremonias.

Respondedme con franqueza. Se le respondió que inmediatamente; y satisfecho con la respuesta, don Alejandro Bermúdez rompió la marcha hacia dentro, diciendo a las dos mujeres, con el mayor entusiasmo, como si nunca se lo hubiera dicho hasta entonces: ¡Si no tiene escape! Dadme vosotras un aire puro, y yo os daré una sangre rica; dadme...

Ofrecieron a Romagné una pensión de ochenta francos mensuales, pero el auvernés respondió con desprecio, rascándose la oreja: ¿Ochenta francos nada menos? ¡Para eso no valía la pena que me arrancaseis de la calle de Sèvres! Allí ganaba tres francos y medio diarios, y enviaba dinero a mi familia. Dejadme trabajar en los espejos, o dadme tres francos y medio.

Palabra del Dia

hociquea

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