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Actualizado: 25 de junio de 2025
Ni el mismo monarca que mandó escribir esta lei estaba cierto en que los que observaban el rito mosáico cometian tales desmanes; i esto se puede probar fácilmente con solo ver aquellas palabras é porque oimos decir, i con la esclusion de los magistrados para entender en las causas formadas á los autores de este delito, puesto que los reos debian ser derechamente llevados á la presencia del rei, para que este despues que supiere la verdad, los condenase á morir vilmente.
7 Desde los días de nuestros padres hasta este día hemos estado en gran delito; y por nuestras iniquidades nosotros, nuestros reyes, y nuestros sacerdotes, hemos sido entregados en manos de los reyes de las tierras, a cuchillo, a cautiverio, y a robo, y a confusión de rostro, como hoy día.
»Dentro de breve tiempo vino sobre nosotros un contagio que hizo tal estrago, que pensamos perecer todos, y creyendo que era castigo del cielo, en pena de aquel delito, nos acordamos de que los cristianos, para aplacar la justicia de Dios se disciplinaban hasta derramar sangre de las espaldas.
¡Ah, señor! ¿seréis acaso el rey? ¡El rey! guardáos muy bien, señora, de indicar nada á su majestad; os juro por la salvación de mi alma, que no soy el rey, ni mucho menos; que el rey ninguna parte tiene en vuestra desdicha, que yo soy... yo solo... el causador de ella. ¡Sin embargo, podéis hacer grande al desdichado fruto de vuestro delito! Sí; sí, señora; grande entre los grandes.
Sintió el pobre viejo una compasión supersticiosa; aquel ser vaporoso que se le aparecía de repente en silencio, pisando como un fantasma, lo quería él en aquel instante con amor de padre que teme por la vida de su hija, y lo temía al mismo tiempo como a cosa del otro mundo.... «¡Qué fácil era asesinar con una palabra a la pobrecita enferma, que acaso no era responsable de su delito!
D. Luis entonces, con acento grave y reposado, dijo: Señor conde, yo no tendría inconveniente en fiarme de la palabra de un caballero y en llegar a ser su acreedor, si no temiese perder su amistad que casi voy ya conquistando; pero, desde que vi esta mañana la crueldad con que trató Vd. a ciertos amigos míos, que son sus acreedores, no quiero hacerme culpado para con Vd. del mismo delito.
La zozobra de éste y las tinieblas servían de auxiliares a un nuevo delito. Las sombras vivientes llegaron al pie del parapeto del río. Fortunato, con su fúnebre carga sobre los hombros, subió el tramo de adobes y se inclinó para arrojar el cadáver. ¡Horror!... El muerto arrastró en su caída al vivo.
Sin duda los que admitían la existencia del delito eran más numerosos, pero sólo la inclinación natural de los hombres a creer en el mal, y en parte también la aversión por las ideas políticas del Príncipe y de la estudiante, inducían a la sospecha, puesto que, al tratarse de demostrar el fundamento de ésta, nadie sabía presentar razones válidas.
Le quedaba una esperanza: que se hubiera deslizado a través de la cerca para ir a las praderas, donde tenía la costumbre de llevarla a dar una vuelta. Pero la hierba estaba alta y no había medio de descubrir si Eppie estaba allí, sino buscándola atentamente, lo que hubiera sido un delito en el plantío del señor Osgood.
Sobreviene al mismo tiempo la justicia, y aprisiona á Don Juan como autor presunto del delito, puesto que se halla al lado del cadáver. La escena inmediata es en la habitación de Don Fernando: Leonarda, su hermana, discurre con su criada acerca de las pretensiones amorosas de un Don Luis de Rivera, que la molestan.
Palabra del Dia
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