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Los anteriores recuerdos nos los acentuó el baile de Sariaya, en el que vimos muchas de las dalagas que figuraron en el verídico episodio que hemos narrado, encontrándose entre ellas la protagonista, que aquella noche nos demostró que lo mismo sirve para correr la posta, que para entonar un cadencioso cundiman, ó bailar un característico balitao. A las dos de la madrugada concluyó el baile.

Ella vela el sueño ella aletarga dulcemente nuestro espíritu con el cadencioso susurro del cundiman ó el mimoso mata-mata; ella refresca nuestro ardoroso cuerpo con el paypay ó el pancag; ella nos rodea de una perfumada atmósfera con las hojas del ilang-ilang ó las blancas sampaguitas; ella, si nos ve tristes, dice en su sencillo y poético lenguaje que el cielo tiene nubes; ella, paloma del Oriente, arrulla á su amante con sus palabras, sus caricias, sus canciones, mas ... en estos momentos de abandono, sin saber por qué, sin causa ni motivo alguno, cesan sus caricias y callan sus pasiones.

«Si mi novio se muriese, yo iría á dormir sobre su tumba, para que sus huesos no tuvieran frío» decía en una ocasión una india que cantaba un cundimán. «Si estuvieras aquí, yo me pondría buena» oímos decir una noche á una india, que en el delirio de una fiebre palúdica modulaba un cumintán, en el que recordaba á su amante.

El istmo de San Roque con su mar de Bacoor, incesantemente llena de empavesadas bancas que traen y llevan cigarreras; el seno de Cañacao donde encuentra un seguro anclaje la flotante población de nuestros alegres marinos; las populares fiestas de Porta Vaga con los pantalanes incesantemente llenos de alegres caras, que van y vienen en pequeños vapores engalanados y provistos de músicas; las decidoras sanroqueñas con su pequeño y airoso tapis, su jerga especial y su picaresca malicia; las poéticas bóvedas de entrelazadas cañas que dirigen á playa chica; los melancólicos cundiman del barrio de San Rafael y la Caridad; la misma arena de la playa en la cual un día y otro día hemos visto llegar la ola y borrar nombres que nuestro deseo escribía sobre la movediza materia; la franca y leal amistad con los valientes marinos, verdadero elemento que da vida á Cavite; las históricas mascaradas de Noche Buena en que sinnúmero de dalagas, suelto su hermoso pelo recorren las calles en medio de grotescos grupos en que un indio vestido de moro ostenta muy grave un cartel que dice es Moisés, en que las doce tribus van representadas por 12 individuos adornados con los deshechos de todas las guardarropías, y en que el precio de la progenitura no negamos podrá estar caracterizado por las prosaicas lentejas, pero que si van estas, lo son mezcladas con morisqueta en un inmenso bilao que lo suelen colocar debajo de la oliva del huerto, á cuya sombra no se apuran las heces de la amargura, sino sendos tragos de tuba mezclados con los jugos de la bonga y la cal del buyo; todo, todo pasaba ante la vista y ante la imaginación.

Ya lo creo, dijo el D. Juan ahuecando la voz y haciendo un gesto muy pronunciado, como que gasta botitas, canta villancicos y sabe algún que otro cundiman; verdad es que no es bonita, que no tiene accionado, que no si ha trabajado en toda su vida, y que habla muy incorrectamente el español; pero ¡qué demonio! tengo dama, y sobre todo, caballeros, no me lleva como la que se ha ido, cincuenta pesos por función, contentándose solo con veinticinco.

En la iglesia se arrodilla siempre próxima al presbiterio, y jamás se ha visto á una taga-bayan sin su correspondiente devocionario y su rosario de coral, plata ó nácar. Casi todas han estado en colegio, saben leer, escribir y bordar, un poquito de música, y hasta algunas se permiten rimar un cundiman, dedicado á alguna amiga, el día de su santo.

Despertadle los celos, hacedle entrever que su babay escucha amoroso cundiman, alza el cogon ó descorre las conchas á significativas enfrentadas, y si le oís murmurar yo cuidado, veréis en aquellas palabras estereotipado el paroxismo de los celos.