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Actualizado: 5 de mayo de 2025


La ingenuidad con que expresaba Nina su pensamiento no llegó a penetrar en el alma de Doña Paca, que sin moverse de su asiento, y con los cuchillos en la falda, prosiguió diciéndole: «No hay otra como para componer las cosas, y retocar tus faltas hasta conseguir que parezcan perfecciones; pero yo te quiero, Nina; reconozco tus buenas cualidades, y no te abandonaré nunca.

Por la tarde, antes de la hora del , cuando los pasajeros dormitaban en sus asientos y ardientes cuchillos del sol se introducían en la penumbra del paseo por los intersticios de las lonas, danzando acompasadamente de una cabeza a otra con el movimiento del buque, como si fuesen péndulos de luz, las niñas bajaban a sus camarotes para volver a subir con grandes cajas llenas de dulces.

Su tarea estaba por empezar, y los rollos de camisas, chambras y demás prendas continuaban delante de ella, muertos de risa, lo mismo que el barreño de agua. Papitos, que entró en el comedor con los cuchillos ya limpios, fue el choque que la hizo salir de su abstracción. ii

Nazaria agradeció mucho la visita y estuvo quejándose durante diez minutos, dando cuenta prolija de los distintos dolores que sentía, en partes diversas, los unos afilados como cuchillos, los otros duros como pedradas, y algunos múltiples y horripilantes como el rasgar de una sierra. Después calló.

De allí, como á la legua, salió otra indiada, como de unos 200 de toda chusma: practicaron la misma diligencia que los antecedentes, quisieron llevarselo todo: pero habiendo dado á un capitan, que mandaba entre ellos, unas varas de ropa y seis cuchillos, los contentó el capitan con unas gualcas, charque y bizcochos que les , y me dieron paso.

26 Y ellos tomaron el buey que les fue dado, y lo aparejaron, e invocaron en el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ¡Baal, respóndenos! Mas no había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho. 28 Y ellos clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su costumbre, hasta cubrirse de sangre.

En tanto que uno baja y otro queda Me fuerza Yamandú vuelva la rueda. Llegado este tacaño con las cartas Al isla, con placer fué recibido; El Juan Ortiz le dió cuchillos, sartas, Y de paño de grana un buen vestido. De dádivas y dones fueron hartas Sus manos, por pensar lo ha merecido, Y él pretende entregarse á suelta rienda En vida del cristiano y de hacienda.

En realidad, Antonio González, que era andaluz de nacimiento, aunque lo apodaban todos el Gallego, no podía mirar sin cierta aprensión hereditaria el enorme reptil que, semejante á una maroma de barco, pendía formando curvas de los cuchillos de la techumbre.

Sus edificios eran suntuosos, casi todos de piedra labrada, y bien techados al modo de España. Nada igualaba la magnificencia de sus templos, cubiertos de plata maciza; y de este mismo metal eran sus ollas, cuchillos, y hasta las rejas de arado. Para formarse una idea de sus riquezas, baste saber que los habitantes se sentaban en sus casas en asientos de oro!

El director se encogió de hombros: S. E. lo había prohibido, ¡porque si se llegaba á divulgar que siete dioses mayores se dejaron robar y sorprender por un cualquiera mientras blandían tenedores y cuchillos, peligraba la integridad de la Patria!

Palabra del Dia

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