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Actualizado: 5 de mayo de 2025
En este tiempo vino a don Diego una carta de su padre, en cuyo pliego venía otra de un tío mío llamado Alonso Ramplón, hombre allegado a toda virtud y muy conocido en Segovia por lo que era allegado a la justicia, pues cuantas allí se habían hecho de cuatro años a esta parte han pasado por sus manos. Verdugo era, si va a decir la verdad; pero un águila en el oficio.
El jefe militar de Balmuff era una amazona membruda y de labios bigotudos, desterrada de la capital á causa de sus costumbres demasiado libres. Este guerrero rió al saber que la canalla masculina que hacía sus delicias en secreto se armaba con los artefactos inútiles del pasado, y se limitó á ir en su busca con unas cuantas máquinas expeledoras de rayos negros.
El alma de la mujer podía en ella más que el instinto de la hembra. El amor material le pareció cosa baladí. Se había entregado; bueno ¿y qué? ¿no era libre? ¡así como así, jamás había de pertenecer a otro! No en vano tenía metida en el cerebro la vehemencia romántica de cuantas escenas dramáticas leyó y vio representar. A medio día salió al ensayo.
Pero sobre todo lo que sentía era Luisa, su querida hijita. ¡Cuántas lágrimas iba a derramar! ¡Cómo iba a suplicarle que renunciase a la guerra! ¡Y cómo se arrojaría a sus brazos, diciéndole: «¡Oh, no me abandones, papá Juan Claudio! ¡Tanto como te quiero! ¿No es verdad que no quieres dejarme?»
Después que bajó el telón permanecimos en el mismo sitio y me obligó a contarle mi vida y milagros, cuántas novias había tenido, a quién había querido más, etc., etc. Ya comprenderá usted que necesité ensartar un sin fin de patrañas. Después, sin motivo alguno serio, manifestó rotundamente que todos los hombres eran ingratos.
¡Por Dios que lo creo! -respondió don Álvaro-, porque más gracias habéis dicho vos, amigo, en cuatro razones que habéis hablado, que el otro Sancho Panza en cuantas yo le oí hablar, que fueron muchas.
¡Cuántas veces una escena, una lectura, una palabra, una indicacion, remueve el fondo del alma y hace brotar de ella inspiraciones misteriosas!
Ni la irregularidad del vestir encubría, antes bien, patentizaba, la distinción de la persona: cuantas prendas componían su traje eran ricas en su género; inglés el paño, holanda la tela de la camisa, de primera el calzado y guantes.
Encontré por fortuna un pequeño crucifijo de plata, tal como ella deseaba, y desde este momento, hasta el de su muerte, lo tuvo entre sus manos, besándolo a cada paso y elevando sus ojos al cielo; antes de tomar alguna medicina hacía la señal de la cruz y a cada instante me pedía que rogara por ella; yo decía cuantas frases piadosas Dios me inspiraba, leyendo las oraciones que me parecían más consoladoras.
Han creído que llevaban en una mano la férula del progreso y la antorcha de la razón en la otra, y que iban arrollando con ellas cuantas creencias y poesía se les paraban delante, despejando el mundo de visiones y de fantasmas para que sólo quedase en él la realidad monda y escueta.
Palabra del Dia
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