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Actualizado: 18 de junio de 2025
Luego aquella curiosidad maldita, aquel afán inmoderado de saber la vida de uno con todos sus pormenores, lo que había hecho y lo que pensaba hacer, era para desesperarse. La hermana San Sulpicio cruzaba al mismo tiempo por el corredor, y cruzaba tan velozmente que el vestido se le enganchó en un clavo de la pared y se rasgó con un siete formidable.
Cerrábase todo para nosotras, y de tal manera, que el cielo que todos veían azul y sereno, nosotras le veíamos nublado y siniestro, preñado de tempestades, y entre sus neblinas caliginosas parecíanos ver la muerte que cruzaba y sobre nosotras descendía, amenazándonos con su horrible guadaña.
Iluminada por el rojizo resplandor de la hoguera, y á través del confuso velo que la embriaguez había puesto delante de su vista, parecíale que la marmórea imagen se transformaba á veces en una mujer real; parecíale que entreabría los labios como murmurando una oración; que se alzaba su pecho como oprimido y sollozante; que cruzaba las manos con más fuerza; que sus mejillas se coloreaban, en fin, como si se ruborizase ante aquel sacrílego y repugnante espectáculo.
A veces el asunto de las chambras y de las tiras bordadas le conmovía tan profundamente, que sin poder contenerse, después de cerciorarse con rápida mirada de que nadie cruzaba por la calle, abrazaba a su esposa con efusión y le aplicaba un beso en la mejilla. Cierta noche se equivocó.
Al poco tiempo de ser descubiertas las Indias, era la nao la que cruzaba el Atlántico, el pesado galeón, redondo de casco y de velamen, alto de popa, cuyo vientre podía transportar las gentes, bestias y herramientas necesarias para las nuevas tierras.
Se lanzó fuera del edificio, en dirección á la ciudad, pero al dar los primeros pasos por la pendiente de la colina vió que se cruzaba en su camino una máquina rodante con cabeza de tigre, ocupada por militares. El Hombre-Montaña levantó su garrote con intención de aplastar al vehículo y los que iban en él. Bastaba para esto un simple golpe dado con la parte gruesa del tronco.
Son del club republicano de allá. Buenos chicos. El grupo se disolvió; al mismo tiempo, la siniestra figura de Tres Pesetas cruzaba por la calle, unida á la no menos desapacible de Chaleco. Del grupo salieron tres jóvenes de los que hablaron anteriormente. Eran tres mancebos como de veinticinco años.
Avanzó como pudo por las calles, enfangándose hasta más arriba del tobillo: su oído le decía que no cruzaba apenas ningún transeúnte; los coches no hacían ruido, y estuvo expuesto a ser atropellado por uno.
Hoy cerrado al culto, profanado, despojado, convertido en almacen de maderas, ofrece dificil paso á la célebre capilla de los mártires patronos de Córdoba este templo, cuyo pavimento cruzaba de rodillas desde la entrada un monarca tan prepotente como Felipe II cuando iba á venerar las santas reliquias de aquellos. Edificios árabes y moriscos.
Tras de esto, se vió bajar un hombre por el tronco de un árbol, se vió que cruzaba la huerta, montaba sobre la tapia y desaparecía. Se cerró la ventana del cuarto de Catalina, y en el mismo momento Carlos se llevó la mano a la frente y pensó con rabia en la magnífica ocasión perdida. ¡Qué soberbio instante para concluir con aquel hombre que le estorbaba! ¡Un tiro a boca de jarro!
Palabra del Dia
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