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Actualizado: 29 de junio de 2025
De repente se levantó y dirigiéndose al que había sido su acompañante, le dijo con tono compungido: Da lástima, ¿eh?... Ya vuelvo; voy a buscar un crucifijo..., ¡es necesario que ese pobre muera como buen cristiano que es! Y salió. El enfermero se acercó al enfermo y éste le dijo con cara alegre: ¡Pisó el palito!.. ¡cái como un ángel!
Entonces apareció por el arco del convento de San Francisco un gran número de frailes en procesión con velas encendidas, llevando en alto un crucifijo, y los cuales, venciendo la resistencia de los soldados, se abrieron paso con dificultad y subieron al tablado con priesa, arrodillándose ante el sastre pidiéndole con sentidas expresiones que perdonara á los culpables.
Visitó el Obispado dejando en todas partes memoria de su liberalidad y misericordia con los pobres, y consagró la Iglesia de Camañas, pueblo de la provincia de Teruel. En la Catedral hay un Crucifijo de marfil en Cruz de plata dorada y otras alhajas que recuerdan su episcopado.
Dos cajones que sirven para guardar los ornamentos que sirven de altaritos colaterales del principal para revestirse el sacerdote, con sus frontales, que en el uno está el Santo Crucifijo arriba referido, y en el otro la Santísima Cruz.
El Padre Ambrosio se oyó llamar, reconoció la voz de Fray Miguel, no pudo resistirse al imperio con que este exigía que le oyese, se vistió el hábito y le abrió la puerta refunfuñando. Entró en la celda Fray Miguel, colocó su lamparilla sobre la mesa, donde había papeles y libros, y la misma calavera y el mismo crucifijo que la primera vez que allí había entrado.
Marcelo dijo que si su madre recobraba el sentido, la prepararía inmediatamente a bien morir: sin más que un reclinatorio, un crucifijo y dos velas, improvisó un altar a la derecha de la cama y sacando de bajo los hábitos un libro se puso en oración.
Aquella pobre morada se había aseado y dispuesto con esmero y decencia, gracias a los cuidados de la tía María y del hermano Gabriel. Sobre una mesa se había colocado un crucifijo con luces y flores, porque las luces y los perfumes son los homenajes externos que se tributan a Dios. La cama estaba limpia y primorosa.
El cura de Tintay, que era un venerable anciano, se presentó en la puerta de la iglesia parroquial con un crucifijo en la mano, amonestando a los profanadores e impidiéndoles la entrada. Pero los indios, sobreexcitados por la bebida, lo arrojaron al suelo, pasaron sobre su cuerpo, y dando gritos espantosos penetraron en el santuario.
Sobre su pecho destelló, al reflejo solar, el latón de un crucifijo que el Padre Arrigoitia le había puesto entre las manos. Bien rezarían el jesuita y la amiga cosa de una hora; pero al cabo de ese tiempo se levantó el Padre, manifestando que para volver a velarla, necesitaba ir a su casa y despachar algunos urgentes asuntos que le reclamaban.
Ramiro le miró partir sin llamarle, y caminando hacia la cueva, fue a sentarse en el rincón más obscuro, oprimiendo el crucifijo contra su pecho. ¿Qué había escuchado? ¿Su padre? ¡Un morisco!
Palabra del Dia
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