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Actualizado: 14 de julio de 2025


La pacífica solución del «lance personal» dejaba sin embargo en blanco el problema de la culpabilidad del capitán Pérez. ¿Era traidor? ¿No era traidor?... Tal era el dilema que corría en todas las bocas. Unos se declaraban por la culpabilidad del capitán Pérez, otros por su inocencia. Y las discusiones violentas y sutiles arreciaban como en las grandes crisis políticas.

Por qué el nombre de su escribiente le producía en aquel instante tal enternecimiento, no podemos explicarlo. Acaso en las grandes crisis de la vida, se despierten vivas y súbitas simpatías en el fondo de nuestro ser, de las que no teníamos la menor sospecha. El cementerio viejo, próximo ya a dedicarse al cultivo, era un pequeño cercado donde crecía la hierba y la maleza.

Nada había difícil para su inteligencia tersa y aguda. Su voluntad era capaz de actos de firmeza férrea, de perseverancias infatigables, pero no se mantenía siempre igual; con los raptos de esfuerzo tenaz se alternaban frecuentes crisis de debilidad nerviosa, de relajamiento enfermizo.

, cuando supe que había muerto, cuando supe cómo había muerto en el acto, sin tener necesidad de reflexionar me dije que yo sería soldado... ¡y seré soldado!... Mi padrino, y vos, señora, os ruego que no os opongáis... El niño se echó a llorar en una verdadera crisis de desesperación. La Condesa y el abate lo calmaron con dulces palabras.

El estado de su ánimo no contradecía estos propósitos. Aquellos accesos de religiosidad que ella había creído revelación providencial de una vocación verdadera, habían desaparecido. Ellos determinaron la crisis violenta que puso en peligro la vida de Ana, pero al volver la salud no volvieron con ella: la sangre nueva no los traía.

No serían mujeres si no necesitaran alguna vez estar bajo llave. Es frecuente ver dos manos flacas y nerviosas asidas a una reja, y oír la voz ronca de una desgraciada que pide le devuelvan los hijos que nunca ha tenido. Hay una que corre por pasillos y salas buscan do su propia persona. Volvamos al patio de varones pobres. Aquel día faltaba en él Rufete. Creeríase que había crisis.

Rocchio, desolado, hace un gesto. Y se ponen a hablar de la crisis, del callejón sin salida en que todos se han metido, del krac que se anuncia, con todos los síntomas de un terremoto bursátil. Ya verá usted esos chalets de la especulación desmoronarse; claro está, todos han querido construir su home con materiales prestados, en el aire, endeudándose con los Bancos para pagar a los obreros...

Su frase favorita expresa bien su conviccion: «El viento arranca las mieses en ocasiones, pero nunca se lleva la tierraDe algunos años acá el paisano frances está pasando por una crísis peligrosa, especie de fiebre que domina sobre todo á la juventud campesina.

La escasez de dinero, las preocupaciones de la miseria, aumentaban su debilidad. Maltrana la veía ajarse, perder la viveza de su juventud, como si la consumiese aquel ser oculto que devoraba lo mejor de su vida. También el joven experimentaba grandes crisis de desaliento. Volvía a casa con el gesto triste, se dejaba caer en la cama, diciendo que quería morir. No encontraba trabajo.

En estas cavilaciones hubiera persistido largo tiempo Rafaela sin atreverse a despedir a Arturito, a no ser porque ella tenía a veces crisis extrañas en el corazón y en la mente. Religioso fervor la dominaba. Iba a confesarse o tenía largos y piadosos coloquios con el Padre García, su director espiritual.

Palabra del Dia

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