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Actualizado: 14 de julio de 2025
Había encontrado al país en una de sus crisis periódicas. Pero aun así, había conseguido reunir cuatrocientos mil francos. En la cartera guardaba un cheque por esta cantidad. Más adelante le harían nuevos envíos. Un señor del campo, algo pariente suyo, cuidaba de sus asuntos. Margarita parecía satisfecha. También adoptó ella un aire de mujer grave, á pesar de su frivolidad.
Ana, ante aquel silencio, sintió un terror extraño.... Pasaban segundos, algunos minutos muy largos, y la mano no llamaba.... La Regenta, que estaba de rodillas, se puso en pie con un valor nervioso que en las grandes crisis le acudía... y se atrevió a dar un paso hacia el confesonario. Entonces crujió con fuerza el cajón sombrío, y brotó de su centro una figura negra, larga.
Sus ojos extraviados miraron hacia la puerta; y había tal seguridad en sus palabras, que Maltrana se volvió, creyendo por un momento en la certeza de la alucinación. Con grandes esfuerzos pudo llevarla hasta el pobre lecho y la tendió en él, creyendo terminada la crisis.
Mas aquella situación empezó a ser tolerable; se fue acostumbrando a la idea del mal necesario, se gastó el miedo, y por algún tiempo se quejó por rutina con un vago temor todavía, pero como si el día de la crisis se alejara en vez de acercarse. La primera vanidad que tuvo no fue la de ser madre, sino la de su volumen. Ya que era, que fuera dignamente.
En efecto respondió María Teresa, que por un exceso de delicadeza no quería acusar a Huberto, tuvo que ausentarse algunos días antes de la última crisis que sufrió papá. ¿Y tú no lo llamaste?
Al año de casados, cuando llegó á Londres la noticia de que Alejandro II había muerto destrozado por una bomba de los revolucionarios, corrió como una loca por sus habitaciones y hubo de guardar cama después de una tremenda crisis de indignación. ¡Infames! ¡Un hombre tan bueno!... ¡Han matado á su padre!
»Yo me asusté ante la idea de hacerle oír la misma melodía que la había causado una crisis nerviosa tan terrible, y no hallé otro medio de excusarme que decirle que no la sabía de memoria. » No importa. Mañana la enviarás a buscar y la tocarás. ¿Verdad que lo harás así? »Yo se lo prometí, sin saber lo que decía.
¡Terribles crisis de la existencia! ¡Ella se había convertido en mujer, y yo continuaba siendo niño!
Era una fiebre nerviosa; una crisis terrible, había dicho el médico; la enfermedad había coincidido con ciertas transformaciones propias de la edad; propias sí, pero delante de señoritas no debían explicarse con la claridad y los pormenores que empleaba el doctor.
Seguía llorando; el joven esperaba que las lágrimas la librasen del dolor que le oprimía los pulmones y le atravesaba la frente como si fuese un clavo enrojecido. Pronto se convenció de que la crisis iba en aumento. Feli, tendida en la cama, ya no movía su cabeza de un lado a otro con penoso vaivén.
Palabra del Dia
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