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Quedé tan escarmentado de decir Poncio Pilato, y con tal miedo que, mandándome el día siguiente decir, como solía, las oraciones a los otros, llegando al Credo advierta vuestra merced la inocente malicia , al tiempo de decir: "Padeció so el poder de Poncio Pilato", acordándome que no había de decir más Pilato, dije: "Padeció so el poder de Poncio de Aguirre."

Ansí estaba yo a la puerta, mirando y considerando estas cosas y otras muchas, hasta que el señor mi amo traspuso la larga y angosta calle, y como lo vi trasponer, tornéme a entrar en casa, y en un credo la anduve toda, alto y bajo, sin hacer represa ni hallar en qué.

Sin embargo agregó Dolly llegando a un punto que había resuelto tocar de antemano , tenéis que criarla como los hijos de las gentes bautizadas, llevarla a la iglesia y hacerle aprender el catecismo. Mi pequeño Aarón puede repetirlo perfectamente; os reza el credo y lo demás así como los mandamientos, lo mismo que si fuera un niño del coro.

El coro la rezó por lo bajo. Por todos los fallecidos del cabildo, Padre nuestro. Esta oración se rezó como la anterior. Para que Dios nuestro Señor tome en su miselicordia los santos ufragios que se acaban de hacer por el alma del defunto, que en paz descanse, un Credo. Y la reunión le rezó con el mayor recogimiento.

Ellos fueron los primeros maquiavélicos ante quienes sucumbió la inocencia angélica de aquellos candorosos doceañistas que principiaban a no servir para nada. A falta de principios tenían un sistema, compuesto de engaño y energía. Su credo político fue una comedia de cuarenta años.

Hincose, y pidió un libro de horas para confesarse con fray Antonio. Ramiro, colocado muy cerca, escuchó las palabras del Miserere, del Credo, de las Letanías. Lloviznaba. La plaza estaba repleta de muchedumbre. Algunos curiosos habían logrado encaramarse a los tejados, hacia la parte del poniente. Por fin el verdugo se acercó a decir que ya era tiempo.

Apuntes para un libro, recogidos de las glorias patrias, dedicado a los españoles residentes en América. Madrid 1885; un tomo en 8.º, 2,50 pesetas. El gobierno y el ejército de los pueblos libres. Tratado de derecho político y plan de organización militar, según el credo democrático y los últimos adelantos del arte de la guerra, 2,50.

Sentose don Claudio Fuertes delante del pupitre; cogió pluma y papel, y escribió en un credo algunos renglones que leyó después a don Alejandro Bermúdez, y decían así: «Mi querido sobrino: Por las sospechas que apuntas en tu carta del tantos, es posible que te convenga mejor que el hospedaje que en esta casa tenías y tienes a tu disposición, el que te reserva en la suya la persona que te fue con la noticia que ha dado origen a tus temores, si es que persistes en tu propósito de venir a Villavieja; pues pudieras haber variado de parecer después de considerar que no tienes derecho alguno ni autoridad suficiente para hacerme la pregunta y las reflexiones que me haces en tu mencionada carta.

Aquellas verdes ramas, el humo y la plegaria que no se oían más que en Navidad, y hasta el Credo de San Anastasio que sólo se distinguía de los otros en que era más largo y tenía virtud excepcional, puesto que no se le leía más que en ciertas ocasiones producían un vago sentimiento de que algo grande y misterioso se había realizado para ellos allá en el cielo, y aquí abajo en la tierra, algo que se apropiaba con su presencia.

Junto al negro ataud de tus despojos ¡oh prócer de linaje apolonida! mi frente inclino, humilde y abatida, y un responso de amor rezo de hinojos, al pensar en tus épicos arrojos, en los laureles de tu edad florida, siento la honda amargura de la vida y se llenan de lágrimas mis ojos... No te alzas ya para domar la rabia, de la impiedad y el credo disoluto... ya no escuchamos tu ingeniosa labia.