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Actualizado: 26 de junio de 2025
Después de apagar el fuego, que pudiera descubrirlos a los salvajes que quizás hubiera por aquellos contornos, se tendieron en la yerba y esperaron impacientes la luz del nuevo día para seguir buscando a sus compañeros. Aunque estaban cansadísimos, no pudieron cerrar los ojos en toda la noche. Sus inquietudes, lejos de calmarse crecían de momento en momento.
Crecían sobre una fosa sin lápida sepulcral, ni sin ningún otro signo que conserve la memoria del muerto, excepto estas feas hierbas. Parece que brotaban de su corazón, como si simbolizaran algún horrible secreto sepultado con él y que habría hecho mucho mejor en confesar durante su vida. Quizá, replicó el Sr. Dimmesdale, lo deseó ardientemente, pero no le fué dado hacerlo.
»Así llegaron á un escondido barranco, por en medio del cual corría el cristalino arroyo llamado Yuste, á cuyas orillas crecían algunos árboles, y donde toda la naturaleza se mostraba más benigna que en los alrededores.
Siguiendo con la vista el curso del agua se veía á veces en su superficie el reflejo de la luz del sol, pero pronto se perdía en medio del laberinto de árboles y matorrales que crecían á lo largo de sus orillas: aquí y allí tropezaba con alguna gran roca cubierta de liquen.
Sin embargo, a medida que la amistad y confianza con su esposa crecían, la antipatía del Duque parecía desvanecerse. Sus atenciones con el esposo eran cada vez mayores, y en apariencia, más sinceras. Como supiese que Gonzalo era excesivamente aficionado a la caza, le hizo el obsequio de una magnífica escopeta que a él le había regalado el czar de Rusia.
Varios manantiales subterráneos humedecían el suelo esponjoso y las aguas, no encontrando la necesaria pendiente, se estancaban formando anchos pantanos en que crecían toda clase de plantas muy hermosas, pero impropias para el pastoreo.
Oyó Roger las pisadas de su amigo en la escalera, y dirigiéndose después á la ventana contempló el paisaje iluminado por la luna. Por aquella parte del castillo se extendía una ancha faja de terreno cubierto de menuda hierba y algo más lejos dos bosquecillos separados por un espacio descubierto en el que sólo crecían algunos matorrales, plateados por los rayos de la luna.
6 Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles. 7 Poseí siervos y siervas, y tuve hijos de familia; también tuve posesión grande de vacas y ovejas, sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. 9 Y fui engrandecido, y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto perseveró conmigo mi sabiduría.
Por ella bajó sin detenerse a uno como invernáculo, donde crecían las plantas y las flores más aromáticas y extrañas, y en cuyo centro había una taza inmensa, hecha, al parecer, de un solo, limpio y diáfano topacio.
Hasta su ama se atrevía con él ¡con él, que era el terror de todos los propietarios de la huerta! , y en su visita de San Juan habíase burlado de su dicho de las cadenas y hasta de la navaja, anunciándole que se preparase á dejar las tierras ó pagar el arrendamiento, sin olvidar los atrasos. ¿Y por qué se crecían de tal modo?
Palabra del Dia
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