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Actualizado: 26 de junio de 2025
Allí debía permanecer, clavado a su torre como si fuese una cruz, sin esperar nada, sin desear nada, buscando en la anulación de su pensamiento una felicidad vegetativa semejante a la de las sabinas y tamariscos que crecían entre las peñas del promontorio, o a la de las almejas agarradas para siempre a las rocas sumergidas. Tras larga reflexión conformábase con su suerte. No pensaría, no desearía.
Al rayar el alba, aunque hacía viento muy frío que helaba, por ser aquí este mes el corazón del invierno, se fueron todos á bañar al río; y para hacer más alegre la fiesta, adornaron sus cabezas con hermosos penachos afeitándose el rostro con colores muy feos, imaginando crecían en belleza y hermosura, cuando parecían otros tantos diablos.
Y con las alabanzas de los inteligentes crecían los deseos de mi amigo. «¡Remoño, no seas cabezota!... Dámelo por cuatro, que es lo que vale.» Deseaba ponerse majo al bajar a tierra; hablaba de cierta chica de su pueblo que estaba sirviendo en Buenos Aires... Al embocar el río de la Plata casi lloraba de rabia. «Me alargo hasta cinco.
Porque diabólica era ciertamente la claridad e insistencia conque surgían en su mente todos los argumentos negativos de su derecho. Ella quería rechazarlos, y ellos crecían fortaleciéndose, vestidos con la inmaculada vestidura de lo evidente. Sí, su tío el Canónigo era tonto. ¿No podía dar ella mil testimonios de sus necias credulidades?
En un país americano de clima frío, donde crecían lo mismo que en Europa el pino y el abeto y las montañas estaban coronadas de nieve, salía al encuentro del viajero el idioma castellano, y con él las viejas casas de escudos coloniales en el portón y los entonados señores de solemnes maneras semejantes a los hidalgos antiguos.
La vereda, ensanchándose, se internaba por tierra montañosa, salpicada de manchones de robledal y algún que otro castaño todavía cargado de fruta: a derecha e izquierda, matorrales de brezo crecían desparramados y oscuros.
Las hayas y los robles crecían fuertes y sanos, elevando al espacio su frondoso ramaje. El herbaje era excelente y variadísimo, llenando el aire con sus aromas. Además un hermoso camino forestal seguía toda la cresta de la colina y descendía luego suavemente hacia Val-Clavin.
Representáronsele además las siniestras figuras de las señoras de Porreño; y en su soñar disparatado, lo parecía que aquellas tres figuras crecían, crecían hasta tocar las nubes y ocupaban todo el espacio: Salomé como una columna que sustentaba el cielo; Paz, como nube gigantesca que unía el Oriente con el Ocaso.
Frente á este feo edificio, y entre él y los carriles ó rodadas de la calle, había una especie de pradillo en que crecían en abundancia la bardana y otras malas hierbas por el estilo, que evidentemente encontraron terreno apropiado en un sitio que ya había producido la negra flor común á una sociedad civilizada, la cárcel.
La casa Ohando estaba en la carretera, lo bastante retirada de ella para dejar sitio a un hermoso jardín, en el cual, como haciendo guardia, se levantaban seis magníficos tilos. Entre los grandes troncos de estos árboles crecían viejos rosales que formaban guirnaldas en la primavera cuajadas de flores.
Palabra del Dia
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