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Actualizado: 16 de junio de 2025


Nosotros hemos conocido los malos tiempos; nos ha costado sudar la plata. No como otros, que llegan con toda clase de comodidades y quieren de golpe conquistar una fortuna; como si la fortuna estuviese ahí, esperándoles en el muelle.

Temió que, replegado á la pared contra la puerta de una casa, teniendo inmediatamente pegada á á las espaldas para protegerla de todo ataque de costado á doña Clara, no la hubiese alcanzado algún golpe del bufón. ¡Una luz, una luz! exclamó Quevedo . ¿No traéis con vosotros una luz para ver lo que ha acontecido á doña Clara? ¡Cómo! ¿Está doña Clara con vos? dijo el padre Aliaga.

Entonces os desarmé, pero ahora que que sois don Rodrigo Calderón, os mato. Al decir el joven estas palabras, don Rodrigo Calderón dió un grito. La daga de Juan Montiño se le había entrado por el costado derecho. Y entre tanto Quevedo daba una soberana vuelta de cintarazos, sin chistar, á un bulto que había venido en defensa de don Rodrigo.

Nuestros ingenieros, que hasta entonces habían marchado á ciegas, moviéndose siempre dentro del mismo círculo, luego de escuchar las lecciones de Eulame vieron nuevos caminos abiertos ante sus ojos, y se lanzaron por ellos, haciendo descubrimientos con una rapidez vertiginosa, inventando casi instantáneamente lo que había costado tal vez largos años de meditación en el país de los gigantes.

Arrellanóse el joven en un blandísimo cojín, y sintió á sus espaldas y á su costado derecho otro no menos blando y rehenchido. Aunque Juan Montiño no se admiraba de nada, causóle impresión aquel lujo, no por mismo, sino porque le usase Dorotea.

En competencia con ellas, las movedizas ratoncitas pululaban gorjeando vibrantemente y era interesante seguir el revoletear de cualquiera que, del barrote superior de una ventana, modulaba su trino y se descolgaba veloz hasta el pie de un rosal, donde cantaba de nuevo, para dirigirse como en una diligencia urgente a posarse de costado en la pata del catre en que dormía un peón, repetir allí su trinar aleteado y volar a un tirante del techo de la caballeriza, recorrerlo afanosamente, como un pesquisante tras del delincuente, aparecer por el otro extremo, mirando a todos los rumbos y partir, de pronto, en línea recta hacia la glorieta del jardín.

No se cuidaban tanto de la comodidad como para tener escalas al exterior del buque; como era baja la borda se satisfacían con poner los tojinos necesarios en el costado. Llevaban batel y chalupa.

Hablaba con entusiasmo de la operación de herrar, que don Fernando no había visto nunca. Los yegüerizos echaban sus lazos de cerda a los potros indómitos, sujetándolos por las orejas, mientras se calentaba el hierro en un fuego de boñiga seca; y al estar la marca al rojo, ¡zas!, se la aplicaban al costado, quemándose los pelos y quedando la piel señalada para siempre con la cruz y la media luna.

Los calafates van clavando gruesos clavos en el costado del barco, a golpes de martillo; alrededor suelen verse mazos, grandes barrenos, gubias, gatos para levantar pesos y varias calderas negras llenas de alquitrán, que los hijos pequeños de Shempelar suelen hacer hervir con virutas y pedazos de tablas viejas.

Yo no debiera pensar más en él y dar mi mano al regidor; pero ansí que cierro los ojos, le veo en mi mente con su lindo rostro tan pálido, la capa levantada por el estoque y la gran pluma negra que estila agregó figurándola con el gesto al costado de su cabeza. Nunca me acontece confundir sus pasos en la calle, cuando corro a la vidriera.

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