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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Ofrecíanse ante él, como otros tantos dioses vengadores, la obligacion, la gratitud, la magestad suprema violadas: combatia y vencia; pero una victoria á cada instante disputada, le costaba lágrimas y suspiros.

Soledad fingió creer estas explicaciones, ó acaso las creyó de veras, pues mirando desde su punto de vista le costaba trabajo suponer que hubiera mujer capaz de desdeñar aquella octava maravilla de la tierra. Al día siguiente, víspera de Carnaval, fueron ambos á la tienda de la Parra, por ser último día de columpio.

Las concretaba con maternal egoísmo en una sola persona, su hijo, que era soldado como los otros y tal vez en aquellos momentos se veía en peligro. ¡Las lágrimas que le costaba!... Había suplicado que él y su padre se entendiesen, y cuando al fin Dios quería favorecerla con un milagro, Julio se alejaba al encuentro de la muerte. Sus plegarias nunca iban solas.

¿Pero a usted quién le ha dicho?... Palabra de... quiero decir... yo no ... yo niego.... Es usted un mentecato y un hablador insustancial ¿Cree usted que asuntos tan serios se vienen a tratar al café? ¿Ven ustedes? Lo que yo decía gritó Foja triunfante sin hacer caso de los insultos. Ronzal negó, se obstinó en callar; pero se conocía que le costaba grandes esfuerzos.

Aquella aldeanita risueña, cariñosa, traviesa se le iba metiendo por el corazón adentro; le costaba cada vez más trabajo prescindir de ella. ¿Sería cierta la sospecha que la zagala había osado comunicar con su amiga orilla del río? ; era cierta. D. Félix, poco después de quedar viudo, había tenido por criada á una muchacha hija de unos arrendatarios de Lorío.

No sabía lo que significaba este latín, ni a dónde iba a parar, ni de quién era, pero lo usaba siempre que se trataba de debilidades posibles. Los socios rieron a carcajadas. «¡Hasta en latín sabe maldecir el pillastre!», pensó el padre, más satisfecho cada vez de los sacrificios que le costaba aquel enemigo.

Nada digo de la concurrencia, porque ya se sabe que era lo más selecto de la población. Pues bien, todo ello junto no nos costaba al día siguiente más de tres pesetas á cada socio. ¡Con tan liviano presupuesto se procuraba á la florida juventud santanderina el más apetitoso deleite de cuantos ofrecérsele podían!

El sostenimiento de cada uno de sus soldados le costaba tanto como siete soldados de los otros países, y sin embargo entraba en la guerra y se retiraba de ella sin exigir un reembolso especial. Lubimoff admiraba su enorme poder después del triunfo. Jamás Imperio alguno del pasado alcanzó tal grandeza: ni la misma Roma. Era el único país de la tierra industrial y agrícola á la vez.

Esto último lo negaba con arrogancia pensando que su gloria de seductor podía con ello menoscabarse; pero no importa: es exacto como todo lo que aquí se puntualiza. Quiere decir esto que Pepe Castro se hallaba arruinado a la hora presente. A pesar de lo cual, seguía viviendo con, la misma comodidad y aparato que antes. Su trabajo y sus vueltas le costaba.

Por ejemplo, una gran cruz... Los que la lograban tenían tratamiento de Excelencia. Si su padre fuese un Excelentísimo Señor, perdería aquel carácter de comerciante en bacalao, que a ella le crispaba. ¿Y por qué no se la habían de dar? A un personaje de tal magnitud como el Duque no le costaba mucho trabajo conseguirla.

Palabra del Dia

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