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Actualizado: 19 de junio de 2025


Al fin, Baltasar fue el primero que rompió el silencio.... Habló del trabajo que le costaba venir, de lo necesario que era el recato, de que tendrían que verse menos.... Decía todo esto con acento duro, como si Amparo fuese culpable respecto de él en algo.

Cuando tía Carmen estaba muy débil me costaba trabajo entenderla. Como entonces su voz era trémula y apagada, la enferma se veía obligada a repetir las frases, y no lo hacía sin dar muestras de impaciencia. La doncella, habituada a oirla, se apresuraba a decirme lo que yo no había entendido, y apuraba el ingenio para no entristecer a la anciana.

Era lo único que al capitán Bedoya le parecía digno de respeto en aquel museo de trampas, según su expresión. El Marqués tenía la vanidad de ser anticuario por su dinero; pero le costaba mucha plata lo que resultaba al cabo obra de los truqueurs, palabra del capitán.

Mi padre dijo, ahuecando la voz: ¡Oh! ¡Hermosos sentimientos!... Habría que preguntarte, sin embargo, si la fidelidad a tu palabra debía poder más que el respeto a la verdad. Me lo he preguntado con angustia, papá... Y, en la duda de lo que debía hacer, he tomado el partido que más trabajo me costaba. He temido que el decir la verdad estuviese demasiado conforme con mis... deseos.

Comprendía el poder de sus atractivos y lo extremaba, siendo tan complaciente y mimosa al concederse como dura y despótica para dominar a su amante, que la quería poco y la estimaba menos, pero hallaba en día dulcísimo empleo a sus sentidos porque era hermosa y completa satisfacción a su vanidad, porque le costaba mucho.

Esto despertó en su pecho un odio, que le costaba trabajo disimular. Les clavó una mirada intensa y colérica: avanzó hasta el medio de la estancia y dijo con voz un poco alterada: Alcázar, le necesitamos para bailar. ¿Está usted muy cansado? ¡Oh, no! se apresuró a decir el joven levantándose . ¿Con quién quiere usted que baile? No respondió.

En la casa jamás se le oía pedir ni ordenar nada: parecía una sombra cuando entraba o salía o se sentaba a la mesa a comer. Con su mujer y con Maximina, más se entendía por gestos que por palabras: como sus necesidades eran poco complicadas, no costaba gran trabajo tenerle siempre satisfecho.

¿No nos habían emprestao á ti, al mi hijo y á , un barril de parrocha en la taberna del Estrobo? . ¿No costaba el barril setenta y dos riales? . ¿No te corresponden á ti veinticuatro? . ¿No debías además en la taberna, primeramente treinta cuartos de café y copas, y luego dos riales y medio emprestaos? . Pus veinticuatro y seis, treinta. ¿Cuánto tienes ?

Después de dar algunos pasos por el corredor, todavía se volvió para mirar otra vez por el ventanillo. Le costaba trabajo arrancarse de aquel sitio donde la compasión le tenía clavado. Cuando salieron no hallaron a la puerta a Carlota y Presentación. El cochero les dijo que las dos señoras se habían ido llorando por el camino de la derecha. No estarían lejos.

Algunos salían al campo para ocultar su emoción, en la que había algo de miedo. ¡Cristo! ¡Y así morían las personas! ¡Tanto costaba perder la vida!... Y la certeza de que todos habían de pasar por el terrible trance con sus contorsiones y estremecimientos, les hacía considerar como tolerable y dichosa la vida de trabajo que venían arrastrando.

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