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Actualizado: 5 de junio de 2025
Y dijo: Hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la tercera vez. 35 De tal manera que las aguas corrían alrededor del altar; y también había llenado de agua la zanja.
Sólo por los ruegos de Clara, a quien adoraban, consintieron en quedarse. Hacía ya dos meses que había nacido el niño y corrían los últimos días del mes de junio. Una noche, antes de ponerse a comer, cuando aún estaba Tristán en su despacho, entró una doncella a anunciarle que preguntaba por él aquel caballero que los señoritos llamaban paisano...
Cuando caían al suelo desgajándose en agua, veíase la segunda capa, menos sombría y más ligera, que era la que desafiaba en rapidez al viento que la desgarraba, descubriéndose por sus aberturas otras nubes más altas y más blancas que corrían aún más deprisa, como si temiesen mancillar su albo ropaje al rozarse con las otras.
En el tímpano aparecía la Virgen con seis ángeles de rígidas albas y alas de menudo plumaje, mofletudos, con llameante tupé y pesados tirabuzones, tocando violas y flautas, caramillos y tambores. Corrían por los tres arcos superpuestos de la portada tres guirnaldas de figurillas, ángeles, reyes y santos, cobijándose en calados doseletes.
»En efecto: la mañana de dicho día encontrábame en el salón de música, sentada cerca de Carlos, cuyos dedos corrían sobre el clavicordio, sin ocuparnos de la obra que teníamos delante.
En efecto, sus amigos habían visto el rastro del tigre y corrían sin esperanza de salvarlo. El desparramo de la montura les reveló el lugar de la escena, y volar a él, desenrollar sus lazos, echarlos sobre el tigre, empacado y ciego de furor, fué la obra de un segundo.
Era semejante ocupación dulcísima para Julián: corrían las horas sin sentir en el callado recinto, que olía a pintura fresca y a espadaña traída por Nucha para adornar los altares; mientras armaba en un tallo de alambre una hoja de papel plateado o pasaba un paño húmedo por el vidrio de una urna, no necesitaba hablar: satisfacción interior y apacible le llenaba el alma.
Cuando llegaron a la casucha del barrio de la Feria iba tras el carruaje un inmenso grupo, a modo de manifestación popular, dando vítores que hacían salir las gentes a las puertas. La noticia del triunfo había llegado allí antes que el diestro, y los vecinos corrían para verle de cerca y estrechar su mano. La señora Angustias y su hija estaban en la puerta de la casa.
Un nuevo espectáculo se presentó a sus ojos; en la ciudad reinaba el ardor de la defensa; las puertas se encontraban abiertas, y hombres, mujeres y niños iban y venían, corrían de un lado a otro, ayudando a transportar la pólvora y los proyectiles. De vez en cuando se formaban grupos de tres, cuatro o seis personas para comunicarse noticias. ¡Eh, vecino! ¿Qué pasa?
Volaban los pájaros, corrían las reses hasta despeñarse, huían los niños, ladraban los perros en los caseríos, ¡como si en vez del bienestar y la riqueza les trajese aquel glorioso artefacto la oscuridad, la maldición y la guerra!
Palabra del Dia
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