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Actualizado: 5 de junio de 2025


En los primeros años de la revolución este silencio era amenizado de vez en cuando con agradables diversiones. Los oficiales corrían las calles en automóviles de alquiler, disparando sus revólveres. Se tiroteaban de unos carruajes á otros. ¡Asunto de divertirse un poco!...

Las sombras corrían perseguidas por las faldas de los montes á guarecerse en el fondo oscuro de las cañadas. El ambiente adquiría una trasparencia radiosa. El paisaje se iba tiñendo lentamente de un verde claro sobre el cual se destacaban las masas oscuras de los castaños. De la montaña venía un aire vivo; el fresco aliento de los bosques que pasaba por las sienes de la niña refrescándolas.

Los mozos del hotel corrian á servir y casi no necesitaban que se les pidiese lo que habian de llevar. El refrigerio habitual era sencillo: pan á discrecion, cerveza y pipas para fumar; y digo pipas, porque el tabaco hace parte integrante en Alemania del régimen de alimentacion.

Entre tanto los salvajes, aunque corrían a la desesperada, sin dejar de lanzar sus armas, no lograban alcanzar a los dos jóvenes, que corrían como ciervos. En pocos momentos llegaron a las rocas y las escalaron sin detenerse. Iban a volverse para disparar otra vez, cuando vieron al Capitán abandonar la caldera. ¿Estás herido, tío? le preguntó Cornelio, corriendo hacia él.

Vamos, tío Pedro siguió la tía María, cuyas lágrimas corrían hilo a hilo por sus mejillas, al ver el desconsuelo del pobre padre ; ¡un hombre como usted, tamaño como un templo, con un aquel que parece que se va a comer los niños crudos, se amilana así sin razón! ¡Vaya! ¡Ya veo que es usted todo fachada! ¡Tía María! respondió en voz apagada el pescador , ¡con esta serán cinco hijos enterrados!

Admiró extrañamente esta novedad, y mudanza á los Catalanes, y Aragoneses, que esperaban de su mano vivir de allí adelante con honra y comodidad; porque como el Duque se criára en Sicilia, en el Castillo de Agosta, mostraba aficion á los Catalanes, y hablaba su lengua como si fuera natural y propia suya. Quedaron suspensos de velle, tan trocado, quando mas prendas y obligaciones corrian.

¿Quieres más, zarramplín, quieres más? exclamó ella al cabo de un rato entre risueña é irritada limpiándose con el delantal las lágrimas que corrían de sus ojos. ¡Ya me sacaste del alma lo que tenía allí guardado, gran zorro!

La disposicion hecha por don Alfonso X para dar el justo castigo á los judíos que crucificaban á los niños en memoria de la pasion i muerte de Jesucristo, está fundada en las patrañas que entonces corrian en las lenguas de la supersticiosa i novelera plebe.

Según él esta señora ya entrada en años era más niña que todas las pequeñuelas rubias que corrían por el paseo con una muñeca en los brazos.

Los grupos corrían hacia arriba, atropellando a los transeúntes, barriendo las aceras con su impulso, deseando envolver cuanto antes las filas de niños vestidos de gris, que avanzaban lentamente, cansados de la expedición. Muchas mujeres deteníanse, titubeando. Aquel grupo no era el de su hijo. ¡Vienen por abajo! gritaba otra.

Palabra del Dia

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