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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Azorín está ya casi convencido de todo lo que quieran convencerle; pero, sin embargo, acepta el libro. Este libro se titula El Deísmo refutado por mismo. El clérigo lo ha cogido del estante, lo ha sacudido golpeándolo contra la palma de la mano y se lo ha dado a Azorín. El cual lo ha tomado como quien toma algo importantísimo, y se ha quedado examinándolo por fuera gravemente.

Sabía cuánto importaba atraer un alma perdida al seno de la Iglesia; pero cuando esta alma era la de un hereje, un enemigo encarnizado de ella, el acto crecía desmesuradamente a los ojos de Dios. Dando vueltas a la idea, concibió varias veces el propósito de acercarse inmediatamente a él, hablarle y convencerle con razones y con ruegos; mas pronto lo abandonaba temiendo un fracaso.

Lo que le tiene nervioso es cierto suboficial americano, joven y membrudo, que siente la manía de pasear en torno de su vivienda, y ciertos ojos claros que le siguen hambrientos desde una ventana, cierta boca carnuda que le sonríe, ciertas manos que él cree haber sorprendido de lejos arrojando una flor, y cuya propietaria le grita furiosa todos los días para convencerle de que ha visto visiones.

Sin embargo, aún insistió en sus negativas, y Elena añadió para convencerle: Comprendo tus escrúpulos, si la casa fuese regalada; pero es simplemente alquilada. Así se lo he dicho á Pirovani. le pagarás el alquiler cuando la empresa dirigida por Robledo retribuya tus trabajos. El marqués lo aceptó todo al fin, con un gesto de resignación.

A semejanza de los niños que rompen los juguetes para ver lo que tienen dentro, él, obedeciendo quizá a una predisposición poco vulgar, pretendía que se le diese explicación de todo; así que, para negarle lo que pedía, era preciso, al menos, simular un razonamiento, convencerle, con lo cual quedaba tranquilo y obediente.

No quiero pecar de prolijo ni ser tildado de jactancioso, y por eso no cuento aquí por menudo las cosas extraordinarias que en España hicimos. Te diré, no obstante, que fue mi cercano pariente aquel gran rabino de Toledo que redactó la exposición, y fue el primero en firmarla, dirigiéndose a Caifás y tratando de convencerle, para que no condenase al santísimo Hijo de María.

»No muera usted, Amaury, no muera usted. Piense constantemente en Magdalena; pero cuando se encuentre a orillas del Océano contemple ese Océano al mismo tiempo que recuerda su dolor. ¡Dios mío! ¿Por qué he de carecer de elocuencia para poder convencerle?

Cuando se aprovechaba una de estas coyunturas para darle unos sorbos de caldo o la «cucharada» medicinal que «le correspondía», tomábalo entre quejidos y balbucía protestas iracundas. Cerca del mediodía se despejó un poco y nos ponderó mucho lo mal que se encontraba. Llegó en esto Neluco, y ni por cortesía intentó convencerle de lo contrario.

Precipitadamente le bajaron dos marineros a la cámara. Mi amo continuaba inmóvil en su puesto; pero de su brazo izquierdo manaba mucha sangre. Corrí hacia él para auxiliarle, y antes que yo llegase, un oficial se le acercó, intentando convencerle de que debía bajar a la cámara. No había éste pronunciado dos palabras, cuando una bala le llevó la mitad de la cabeza, y su sangre salpicó mi rostro.

Los señores contribuyentes le suplicaron que no se metiese en tales barahúndas, que se iba a calentar demasiado la cabeza, y nadie se lo había de agradecer; y, al fin, para acabar de convencerle, echaron entre todos una manga y le dieron ocho mil realetes, como ayuda de costas y consuelo en los trabajos de su peregrinación, con lo cual se fue bendito de Dios con la música o dígase con la estadística a otra parte.

Palabra del Dia

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