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Actualizado: 3 de mayo de 2025


El desgraciado poeta, con el rostro contraído, echando miradas de socorro a todas partes, se dejaba sacudir como un hombre a quien conducen a la cárcel. Arbós, ¿no cree usted que he llevado mi venganza demasiado lejos? Para no destruir el efecto de la frase se marchó bruscamente. Todas las noches recorría dos o tres tertulias, donde se celebraban su gracia y sus ingeniosidades.

La expresión de asombro se trocó en dolorida, de tal modo, que María, al contemplar aquel rostro contraído y rebosando de aflicción, no pudo menos de soltar una carcajada sonora y fresca como las que en otro tiempo salían a cada instante de su boca y que poco a poco habían ido cesando, como si se hubiese apagado el foco de luz y alegría de donde se escapaban.

Pero en ella había contraído matrimonio, en ella habían nacido sus hijos y sus nietos, y la gente acabó por olvidar su origen, viendo en él á un compatriota que era motivo de orgullo para la provincia. Un sentimiento de gratitud se unía á la general admiración.

Habiendo decretado que el joven no se casaría sino bajo sus auspicios, su compromiso, contraído sin que ella hubiera tenido en él la menor participación, no le pareció nada ortodoxo. De aquí que repitiera sin cesar que Huberto y sus «esperanzas» valían una fortuna mayor.

Al ver a su madre política, en cuyo rostro la enfermedad había hecho crueles estragos, contraído ahora por el terror, con los ojos suplicantes, las manos plegadas hacia él con mortal congoja, aflojó la suya y la dejó caer sobre el muslo. No tuvo tiempo a decir nada. Doña Paula, sin mirar a Ventura, le cogió de la ropa diciéndole: Ven, hijo mío, ven. Yo arreglaré este asunto, y te volveré la calma.

En se han contraído y achicado todos los afectos, para dejar espacio únicamente al de la paternidad, que me ocupa por entero... Usted, Fernando, no sabe lo que es el sentimiento paternal y hasta dónde llega su santa ferocidad. «Perezca el mundo y sálvese la carne de mi carneNo tanto dijo Ojeda ; no exagere usted.

Por causa de Alfonso he tenido hoy un gran disgusto: han enviado de Lyón y de Italia a sus tíos y tías gran número de notas por las muchas deudas que ha contraído durante sus viajes; la familia, que sabe que yo le mimo, me hace responsable de sus desaciertos; me han hecho en este sentido muchos cargos, por lo que he derramado lágrimas de amargura. ¡Ah! efectivamente: ¡las faltas de mi hijo son mis faltas! ¿Por qué no hube de ser yo más severa para él desde un principio?

Germana cruzó los brazos sobre el pecho y dijo: Señora, en vano sondeo mi conciencia; no me puedo encontrar culpable de nada como no sea de haber curado. Jamás he contraído ningún compromiso con usted, por la sencilla razón de que ésta es la primera vez que la veo.

Después de haber distendido los ángulos de su boca y contraído los ojos se hubiera dicho que trataba de ver los aros , pareció renunciar al esfuerzo y dijo: Recuerdo que llevaba en su caja aros para vender; es, pues, natural suponer que también los usara. Pero como recorrió casi todas las casas de la aldea, quizá alguna persona se los haya visto en las orejas, bien que yo no pueda afirmar eso.

Entonces Soledad, volviendo hacia ella su rostro contraído por la ira, dijo con afectada calma: Desde que y Velázquez os entendéis tan bien. Por si se muere Pepe, no quiero serviros de impedimento. Paca soltó una carcajada. ¡Acabases de reventar, criatura!... ¿Conque Velázquez y yo nos entendemos?... ¡Qué traición! ¿verdad ?

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