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Actualizado: 28 de junio de 2025
Por esta razon es importantísimo, que los que se hallan en grandes dignidades y empleos no exerciten sino obras de virtud, procurando enseñar á los demas con el exemplo; y no hay que dudar que puede ocasionar gran daño en la imaginacion de los súbditos el desorden del superior, por el contagio de la imaginacion. Esto se vé prácticamente en la crianza de los hijos.
No pudo decir más. Se ahogaba. Un estertor hizo ondular su garganta, como si por dentro de ella rodase una bola dolorosa. El príncipe tuvo que apelar á toda su fuerza para sostener este cuerpo. Sonó junto á él una voz con el mismo acento monótono y bajo que si hablase en la habitación de un moribundo. Era Valeria que también lloraba, sintiendo de nuevo el contagio de las lágrimas.
»Dentro de breve tiempo vino sobre nosotros un contagio que hizo tal estrago, que pensamos perecer todos, y creyendo que era castigo del cielo, en pena de aquel delito, nos acordamos de que los cristianos, para aplacar la justicia de Dios se disciplinaban hasta derramar sangre de las espaldas.
Todos se agregaban á ella, por el contagio del entusiasmo; el oficial unía su mano con la del soldado; las graves señoras levantaban las piernas y perdían el sombrero; las señoritas tímidas gritaban, con los cabellos sueltos; los rostros femeninos tenían esa expresión de locura entusiástica que sólo se ve en los días de revolución.
Que haya sahumerio que la quite su olor: si yo no tuviera la cabeza tan fuerte, trastornado saldría y entontecido. Huele aquí... A hermosura... Bien, lo creo. Y de hoy en adelante olerá á ingenio... ¿Por qué, pues, sahumais?... Pudiera pegársele á don Francisco... ¡Ah! ¡su excelencia! Créolo libre de tal contagio... Dios le ayude. Ya le ayudáis vos... Pues yo creía que le desayudaba...
El peligro del contagio, señora. ¿Quién sabe si los tubérculos que nacen en los pulmones del tísico no extienden a su alrededor el germen de la muerte? Pero perdone usted, no es éste ni el lugar ni el momento de desarrollar una nueva teoría, inventada por mí, y que pienso someter uno de estos días al examen de la Academia de Medicina. Unicamente le contaré un caso observado por mí.
Por haberse ocupado el P. Superior en la empresa que acabo de referir, no se había puesta en ejecución el orden del P. Visitador de estas Reducciones, José Pablo de Castañeda de que se buscase sitio mejor y más sano para fabricar de nuevo las Reducciones; por lo cual quiso al presente ponerlo por obra, á que no poco ayudaron las enfermedades y el contagio.
Que no sepa aquí en qué mundo ha nacido, ni cómo es ese mundo, ni qué vida hacen las gentes en él. Búsquenla para amigas y compañeras las niñas más humildes de nacimiento y de carácter; no para que ella se crezca a su lado, sino para que sufra el contagio de sus pensamientos y de sus obras, hasta que las imite y las iguale.
A la tarde siguiente el segundo se fué con su hermano, y mi mujer se echó desesperada sobre lo único que nos quedaba: nuestra hija de cuatro meses. ¿Qué nos importaba la difteria, el contagio y todo lo demás? A pesar de la orden del médico, la madre dió de mamar a la criatura, y al rato la pequeña se retorcía convulsa, para morir ocho horas después, envenenada por la leche de la madre.
Y como sus dedos tropezasen con el relicario, lo llevó á sus labios, lo besó, pero se los frotó inmediatamente temiendo el contagio; aquel relicario de brillantes y esmeraldas había venido de un lazarino... ¡Ah! entonces sí, si ella contraía semejante enfermedad, no se casaría.
Palabra del Dia
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