Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 25 de junio de 2025
Váyase usted, por Dios, yo se lo ruego, se lo pido por Dios y todos los santos. ¿Irme sin ti? Eso no puede ser. Jamás consentiré yo en salir con usted exclamó la joven con resolución. Pero si tarda un momento más en marcharse, le odiaré toda mi vida. Váyase usted, por piedad. Y si me voy, ¿qué va á ser de ti, pobrecilla? dijo Bozmediano con melancolía.
Bonis se veía metido en la escena que había querido aplazar, antes de tiempo, fuera de razón, torpemente. Señores, no hagamos ruido, que no hay para qué. Lo que yo no consiento a nadie, y juro a Dios que no lo consentiré, es que se alborote ahora. Lo primero es mi mujer, y si ella se entera de esto... puede haber una desgracia... ¡y pobre del que la provocara! Todos se sintieron sobrecogidos.
Si, como sospecho, quieres perderte, quieres infamarte, no lo consentiré mientras tenga un aliento de vida; primero te rogaré, te suplicaré aunque me sea menester ponerme de rodillas delante de ti».
Guárdate de la mía, Simón hermano, que hace meses no he tenido ocasión de esgrimirla una sola vez y necesito esta escaramuza para ejercitar la muñeca. ¡Á ello! ¿Pero qué espíritu sanguinario os anima? ¡No lo consentiré y antes tendréis que matarme! gritó Roger poniéndose delante del arquero.
Tampoco lo consentiré yo, exclamó el no menos sorprendido Tristán, enarbolando un pesado tablón que vió apoyado contra el muro. ¡Ea, basta de broma! Al primero que mueva el chafarote lo aplasto como un sapo. ¡Pues no faltaba más! ¿Qué mala mosca ha picado á este par de gansos? preguntó Reno. Cuidado, gigantón, no empiece yo por darte una sangría y te caiga encima la tabla esa....
Y, diciendo esto, tenía abrazado por la rodilla de la pierna izquierda a don Quijote; el cual, espantado de lo que veía y oía decir y hacer aquel hombre, se le puso a mirar con atención, y, al fin, le conoció y quedó como espantado de verle, y hizo grande fuerza por apearse; mas el cura no lo consintió, por lo cual don Quijote decía: -Déjeme vuestra merced, señor licenciado, que no es razón que yo esté a caballo, y una tan reverenda persona como vuestra merced esté a pie. -Eso no consentiré yo en ningún modo -dijo el cura-: estése la vuestra grandeza a caballo, pues estando a caballo acaba las mayores fazañas y aventuras que en nuestra edad se han visto; que a mí, aunque indigno sacerdote, bastaráme subir en las ancas de una destas mulas destos señores que con vuestra merced caminan, si no lo han por enojo.
Gatéenme el rostro, como hicieron a mi amo en este mesmo castillo; traspásenme el cuerpo con puntas de dagas buidas; atenácenme los brazos con tenazas de fuego, que yo lo llevaré en paciencia, o serviré a estos señores; pero que me toquen dueñas no lo consentiré, si me llevase el diablo.
Palabra del Dia
Otros Mirando