Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 27 de mayo de 2025


Pues bien, este ejemplo conmovedor de respeto y de sumisión, en vez de impresionar gravemente a los circunstantes, provocó en casi todos una sonrisa de burla, y en algunos de ellos algunas inoportunas carcajadas que a duras penas lograron sofocar. Sin embargo, el juego no duró mucho tiempo. Acercábase la hora de diseminarse aquella escogida sociedad.

El incienso, que era compuesto de gomas olorosísimas que se recogían en los bosques de la tierra caliente, comenzó a envolver con sus nubes el hermoso cuadro del altar; la voz del sacerdote se elevó suave y dulce en medio del concurso, y el órgano comenzó a acompañar las graves y melancólicas notas del canto llano, con su acento sonoro y conmovedor.

Había que elevar la voz, pues el choque de las aguas dominaba todos los otros ruidos. Era a modo de los trémolos orquestales que dan en el teatro un realce conmovedor a palabras y gestos. Isidro se sintió más grande en este ambiente húmedo y sonoro. El bosque inmóvil parecía contemplarlo con sus mil ojos verdes, entre asombrado y curioso.

Pero el amor me vuelve modesta, Máximo, y yo lo amo a usted... bien lo sabe. ¡Ah, la hechicera! Todo lo olvidé. Había vuelto a tomar su timbre de voz encantador, un poco velado, más conmovedor que todas las palabras, y la sonrisa de misteriosas promesas que la hacen irresistible cuando ella quiere serlo. Todo mi rencor se había disipado y sólo vinieron a mis labios palabras de excusa y de amor.

De repente se levantó. Su rostro, a la claridad de la luna, tenía una belleza grandiosa que las circunstantes no supieron apreciar. Sus ojos despedían fulgor de inspiración. Se apretó el pecho con ambas manos en actitud semejante a las que la escultura ha puesto en algunas imágenes, y dijo con acento conmovedor estas palabras: «¡Oh mi señora!... te lo traeré, te lo traeré...».

Y con repentino entusiasmo, olvidando su enojo, comenzó a explicar con una delectación de artista la ceremonia del día anterior en la iglesia de los que él, por antonomasia, llamaba los Padres. Primer domingo del mes: fiesta extraordinaria. El templo lleno: los oficinistas y trabajadores de la casa Dupont hermanos estaban con sus familias; casi todos (¿eh, Fermín?), casi todos: muy pocos faltaban. Había pronunciado el sermón el padre Urizábal, un gran orador, un sabio que hizo llorar a todos; (¿eh, Montenegro?) ¡a todos!... menos a los que no estaban. Y después, había llegado el acto más conmovedor.

¡Pa ti!... ¡pa ti!... Los viejos prorrumpían en amenazas sordas. ¡Mala puñalá te den, beato roío! ¡Anda a que te... zurzan, ladrón!... Y Dupont, desde lo alto, abarcaba en una mirada lacrimosa sus campos, sus centenares de trabajadores que se detenían en el camino sin duda para saludarle, y participaba su emoción a los allegados. ¡Un gran día, amigos míos! ¡Un espectáculo conmovedor!

Hija mía dijo la marquesa , retírate a descansar... Sr. D. Francisco, o , Diego, llévala a su cuarto. El conmovedor espectáculo de la infeliz Asunción desapareció de nuestra vista. Señoras dijo Villavicencio tengo el alma despedazada, y me retiro. Siento mucho... pues... murmuró Ostolaza, y se retiró también. He tenido un verdadero sentimiento... dijo Valiente, marchándose tras el anterior.

Su confesor, hasta que le retiraron las licencias, había sido D. Miguel. Se confesaban mutuamente, como acontece entre los clérigos. Con él fue con quien comunicó primero sus dudas. El viejo cabecilla quedó más sorprendido que escandalizado de ellas. Le parecían cosa tan insustancial que no merecía la pena de fijar mucho tiempo la atención. Los dogmas eran para él como las leyes físicas de la gravedad, la impenetrabilidad, etc. Se contaba con ellos sin pensar en su existencia. Todo el drama conmovedor de la pasión y muerte de Jesús lo miraba el párroco de Peñascosa en el fondo como una especie de romanticismo que sirve de acompañamiento obligado a la verdadera religión.

Se abre una puerta, y se oye en el pasillo un trotecito de ratón. Era Mamette. Nada tan conmovedor como aquella viejecita con su gorro de casco, su hábito carmelita y el pañuelo bordado, que por honrarme tenía en la mano, conforme a la usanza antigua. ¡Cosa enternecedora: se parecían! Con papalina y cosas amarillas también él hubiera podido llamarse Mamette.

Palabra del Dia

commiserit

Otros Mirando