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Actualizado: 14 de octubre de 2025


A cierta distancia, estas cesaban y la campiña se extendía llana, desnuda, con un color dorado, hasta tocar en el cielo, en los confines del horizonte. En aquel espléndido paisaje, mis ojos no veían la riqueza infinita de matices de mi Galicia. El esplendor irresistible de la luz los borra y los confunde. La impresión, a pesar de eso o por eso quizá, era más viva.

Lucía el sol de un mediodía abrasador. La implacable intensidad de la luz me ofuscaba, haciéndome ver los términos lejanos como masas violáceas envueltas en una gasa blanca. La línea del último más bien se adivinaba que se percibía en los confines del horizonte luminoso. La naturaleza africana anunciaba ya su proximidad con los setos de pita y de higos chumbos erizados de púas.

Un largo estribo de Sierra-Morena que de los confines de la provincia de Ciudad Real baja hasta este rio, llevando como tributo al mismo por un lado las aguas del arroyo de las Yeguas, por otro las del revuelto y precipitado Jándula, es su límite oriental.

Al tiempo que las dos Coronas de Castilla y Portugal procuraban dilatar su imperio en estas Indias Occidentales, Alejo García, alentadísimo portugués, deseoso de servir al rey D. Juan el II, su amo, con las conquistas de nuevas provincias, tomando en el Brasil tres compañeros de su mismo ánimo y valor, después de haber caminado por tierra trescientas leguas hasta llegar á las costas del Paraguay, alistó por soldados dos mil indios: y habiendo caminado con ellos otras quinientas leguas por aquel río, aportó á los confines del imperio del Inga, donde, habiendo recogido mucho oro y plata, se volvió al Brasil; pero los bárbaros le quitaron á traición la vida.

La luz ya podía espaciarse libremente sobre su llanura húmeda corriendo leguas y leguas en un segundo, lanzando sus llamaradas a los últimos confines del horizonte o recogiéndolas de pronto en haz resplandeciente; ya podía jugar sobre las crestas espumosas de sus olas o besar tímidamente el espejo diáfano de las aguas o salpicarlo con menudo polvo de plata o dejarse caer desmayada con lánguido y voluptuoso estremecimiento que se perdía entre los pliegues de las olas.

Algunos que desembarcaron en Méjico acababan por establecerse en los confines de la Patagonia. Otros, abandonando la vida regalada a orillas del Pacífico, lanzáronse a través de bosques y desiertos, siguiendo el curso de ríos como mares, para salir al Atlántico por las bocas del Amazonas. El pie incansable valía tanto en ellos como la mano férrea y el ojo de pájaro de presa.

Si fuese Dios, te diera los espacios, Y las nubes de grana y de topacios, Esos astros que pueblan los confines, Y el coro de celestes serafines, El mar, la luz, del cielo el embeleso, Tan solo por un beso! Voga, voga con ánimo valiente Empuñando el timon con firme mano, Y no te arredre ese murmullo vano Del vulgo necio y del motin rugiente.

Para ellos, una buena moza de treinta y cinco años es una vieja, y un hombre digno de ser amado debe tener veinte años cuando más. Sólo admiran la existencia en capullo, como en tiempos de la vida de tribu... Y eso cuando en Europa cada año que pasa hace retroceder hasta los confines de la vejez el límite de la edad amorosa. Balzac haría reír hoy con su novela La mujer de treinta años.

Su mente se dejó ir en alas de aquella sublime idea, perdiéndose en los espacios invisibles y sin confines. «¡Sentir luego la irradiación del bien en , y contemplarse uno en aquel todo etéreo y sustancial, infinitamente perfecto y sano, hermoso, transparente y placentero...!». Esto era ya un poco metafísico, y Fortunata no lo comprendía bien.

Al cabo, mal de su grado, se vieron necesitados á replegarse, y volviendo la espalda, huyeron por la estrecha cañada sombreada de avellanos. Los de Lorío y Rivota los persiguieron largo trecho hasta los confines de la parroquia. Luego se volvieron apresuradamente para desbaratar á los que luchaban todavía en el pueblo.

Palabra del Dia

reclinándose

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