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Nadie más que nosotros... Pero no os comprendo dijo la condesa . ¡Estáis sombrío y espantado, como si vuestra condena resonara ya en vuestros oídos! ¡Os creía más valiente, Mathys! ¿Qué importa lo que ha sucedido? ¿Que Marta se pondrá, a propalar que Elena no es mi hija? Pues bien, yo sostendré que me calumnia, y en caso de necesidad la demandaré, para que repare ese ultraje a mi honor.

10 Aprovecha la reprensión en el entendido, más que cien azotes en el loco. 11 El rebelde no busca sino mal; y mensajero cruel será enviado contra él. 15 El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos por igual son abominación al SE

La carne, considerada como enemigo del alma, es la concupiscencia, es el vicio, es la lujuria, que toda religión, no sólo la de Cristo, condena. Pero la carne, el cuerpo humano, considerado como obra de Dios, ¿dónde está condenado? El Verbo se hizo carne, y con cuerpo humano subió al cielo.

-Venid acá, señor buen hombre -respondió Sancho-; este pasajero que decís, o yo soy un porro, o él tiene la misma razón para morir que para vivir y pasar la puente; porque si la verdad le salva, la mentira le condena igualmente; y, siendo esto así, como lo es, soy de parecer que digáis a esos señores que a os enviaron que, pues están en un fil las razones de condenarle o asolverle, que le dejen pasar libremente, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal, y esto lo diera firmado de mi nombre, si supiera firmar; y yo en este caso no he hablado de mío, sino que se me vino a la memoria un precepto, entre otros muchos que me dio mi amo don Quijote la noche antes que viniese a ser gobernador desta ínsula: que fue que, cuando la justicia estuviese en duda, me decantase y acogiese a la misericordia; y ha querido Dios que agora se me acordase, por venir en este caso como de molde.

Es cierto que, desde hace poco, nos ha entrado un furor de moralidad, un púdico rubor, que todo lo condena y de todo se solevanta. Críticos y moralistas han levantado una cruzada contra los bufos. Pero los bufos seguirán triunfantes, a pesar de todas las disertaciones morales que contra ellos se fulminen. Les sucederá lo mismo que a los toros.

Cumpliendo en las galeras la condena que se le impuso después del auto de fe murió Onofre Bartola, y así tuvo fin la airada vida de aquel ejecutor de la justicia, que fué á la par reo y verdugo.

Vio á lo lejos, en la puerta de la taberna de Copa, á su enemigo Pimentó, con el porrón en la mano, ocupando el centro de un corro de amigos, gesticulante y risueño, como si imitase las protestas y quejas del denunciado. Su condena era un tema de regocijo para la huerta. Todos reían. ¡Rediós! Ahora comprendía él, hombre de paz y padre bondadoso, por qué los hombres matan.

Pues se ha decretado que son mamarrachos netos todos los individuos que creen en la liberación por el desprendimiento, y en que se debe dar la morcilla a la bestia. A los que sostienen la herejía filosófica de que va a venir un nuevo Mesías, encarnándose en una buena moza, etc., etc..., se les declara memos de capirote y se les condena a comer virutas».

Rimar todo un poema entero de dolores, cruzar todo un sendero sembrado de amarguras, y, entre penas y llantos y amargos sinsabores, gustar de un trago toda la hiel de las torturas. Y si el vivir es sólo sinónimo de pena, ¿por qué nos crió el hado y luego nos condena a una existencia triste, penosa y dolorida?

Si Lea Peralli, por un encadenamiento de circunstancias inexplicables para , vivía, mientras Jacobo de Freneuse sufría una condena por haberla matado, era evidente que este misterio encubría una monstruosa iniquidad. Adopté, pues, la resolución irrevocable de esclarecer y reparar el mal causado á mi infeliz amigo.