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Actualizado: 3 de junio de 2025
Anoche le ha visto usted en su casa bajo el nombre de Herbert Carlton, y es de esperar que sabrá explicar á usted, mejor que lo hizo á los jueces, las circunstancias que le comprometieron. Una condena es siempre una mala nota entre personas honradas... No se condena á la gente con tanta facilidad... Y si América es el país de la sinceridad, Francia es el de la justicia.
Y así como no se dice que todas las casadas son desagradables, porque lo son algunas, se debe tener la misma circunspección respecto de las solteras. Es verdad respondí. Pero el mundo no hace esas distinciones y condena a las solteronas en conjunto.
Cuando se analiza bien todo el pasaje citado y las obras que condena, parece con claridad que su objeto no es tanto recomendar la estricta observancia de las tres unidades, cuanto atacar el abuso y la licencia que reinaban en esta parte. Más difícil es aprobar el segundo objeto de su crítica.
2 Hoy también hablaré con amargura; que es más grave mi llaga que mi gemido. 4 Ordenaría juicio delante de él, y llenaría mi boca de argumentos. 5 Yo sabría lo que él me respondería, y entendería lo que me dijese. 6 ¿Por ventura pleitearía conmigo con grandeza de fuerza? No; antes él la pondría en mí. 7 Allí el recto disputaría con él; y escaparía para siempre del que me condena.
El Rey da fácil crédito á esta acusación, á la cual favorecen otras circunstancias falaces, y condena á muerte á los dos nobles hermanos, inocentes de toda culpa. Inútiles son los ruegos que, por salvarlos, hacen al soberano los grandes más influyentes del reino, y vanos también los de Doña Ana, que se arroja á sus pies sollozando.
Poesías de la mayor parte de los poetas nombrados aquí y en las páginas siguientes, se insertan en el libro El Prado de Valencia, compuesto por D. Gaspar Mercader: Valencia, 1601. Parece errónea la opinión de los que consideran como una sola persona á Luis Ferrer y á Ricardo de Turia. Letras, loas y entremeses Buscará de mano ajena, Porque la propia de todos Como propia se condena.
El libro del señor conde de las Navas es muy sugestivo. ¿Quién, al leerle o después de haberle leído, no siente invencible deseo de hacer examen de conciencia sobre el punto capital que el libro trata, de declarar con franqueza si condena o aplaude las corridas de toros y de exponer los argumentos en que se apoya su reprobación o su aplauso?
El servidor, que parte con esta comisión, envidioso del favor, que su amo dispensa á Leonardo, y con el propósito de deshonrar á Eufemia, enseña á su vuelta cierto vello que, según dice, pertenece á un lunar que Eufemia tiene en un hombro. El príncipe se enfurece entonces contra Leonardo, y lo condena á muerte, si no se justifica en un plazo breve.
Pero si en el teatro, mal llamado libre, que trata de fundarse, la junta directiva desecha mi obra, al desecharla, aunque afirme que no es tal su intención, literariamente me condena, empezando por someterme á un tribunal literario y á preceptos y reglas en cuya virtud ese tribunal juzga y sentencia.
La escollera de Maliaño, la estación del ferrocarril, el nuevo empedrado y otras reformas hechas precisamente mientras duró la condena de los pilluelos, era lo que ellos no podían comprender; mas lo que extravió sus razones hasta el extremo de llegar al espanto, fué la aparición, por la Peña del Cuervo, de un monstruo silbando y arrojando nubes y fuego por la cabeza.
Palabra del Dia
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