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Actualizado: 3 de junio de 2025


Cuando vencido el pensamiento gime y la razón ya vacilante calla; con ímpetu sublime, que no si condena o si redime, la idea en luces de color estalla.

De puedo decir que he de ir en pos de él hasta el pie del cadalso, sin pensar en mi propio interés ni en la razón o sin razón de su condena. Pronunció estas palabras con tal arrogancia, que su confesor y maestro creyó necesario arrugar el sobrecejo y levantar la cabeza antes de responderle.

Lleno de patriótica satisfacción yo esta prueba del alto aprecio con que en algunos países de Europa miran á los ingenios españoles contemporáneos. Aguó, no obstante, y hasta acibaró mi contento, la injusta severidad con que un autor inglés de mucha fama, que por acaso estaba yo entonces leyendo, juzga y condena á la España del día. En su estudio sobre Santa Teresa dice el Sr.

»Resuelta estoy a restaurar con plegarias, cristianas meditaciones y dura penitencia la espantosa ruina en que mi virtud se deshizo. Humillada y contrita estoy, y con todo, no noto en el arrepentimiento. A mi mente acuden en tropel ideas y razones, si no para justificar, para disculpar en parte mi pecado, y, cuando no para absolverme, para mitigar la sentencia que me condena.

Se llevan libros que hacen constar escrupulosamente todos los hechos de la economía interior y las observaciones sobre la estadística y moralidad de los reclusos. Según esos documentos, si la conducta de un reo es irreprensible obtiene un tratamiento menos rigoroso y una rebaja de condena, que llega hasta la mitad. Esas rebajas son muy frecuentes.

Si no anda bien, es necesario abandonar la empresa hasta que los defectos se hayan corregido o recurrir a la violencia, que dobla las probabilidades del fracaso, y sobre todo la condena. Entonces es cuando se recurre a cortar el tablero de la parte inferior de la puerta, formado por lo general de madera blanda, en la cual una cuchilla afilada entra como en queso y abre un buen postigo.

Vino aromatizado que sin pena beberse puede siendo de Cazalla, y que ningún cristiano lo condena. Agua de la Alameda en blanca talla, ¿dejáis por el bizcocho de galera y la zupia que embarca la canallaetc. etc.

Alimentar ese nuevo amor no era, por lo tanto, posible, sin renunciar a las atenuaciones que, en la ambigüedad de su estado, la substraían a la condena o la permitían por lo menos, abrigar la esperanza de que podría evitar su rigor. «Esta idea me convenció: que para las almas, fuertes no se necesita que la ley esté escrita en un libro: basta comprenderla.» ¿Era posible que hubiera olvidado sus propias palabras, el sentimiento que se las había dictado?

La fortaleza romana ha desaparecido casi; la iglesia conventual es una ruina; la fábrica prospera, y el nombre de Juan Huss se ha salvado del olvido, porque simboliza la gloria de la conciencia libre, santifica el martirio y condena los crímenes y horrores del fanatismo religioso. El edificio gótico, de interior casi escueto, donde tuvo sus deliberaciones el Concilio, nos inspiró disgusto.

Tal vez pensó la mano misteriosa que así á un suplicio eterno me condena, que al ver perdida mi ilusion hermosa, al verme entre las sombras de la pena, en justo desagravio del martirio que en un infierno convirtió mi vida, ciego, iracundo, presa del delirio fuese á buscar el arma del suicida... ¡Ah! nunca; suya fué la atroz sentencia que, dócil al capricho de mi suerte, me libró, sin pedirlo á la existencia, y ella no más ordenará mi muerte.

Palabra del Dia

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