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Actualizado: 9 de junio de 2025
En esta concurrencia diseminada y distraída por la música, destacábanse las señoritas del Colegio de Doncellas Nobles, jóvenes apenas entradas en la pubertad o soberbias mujeres en toda la amplitud del desarrollo femenil, que miraban con ojos de brasa: todas con traje de seda negra, mantilla de blonda montada sobre la peineta y vistosos golpes de rosas, como damas aristocráticas de gracia manolesca escapadas de un cuadro de Goya.
Colgando de la pared, sobre la tribuna, había una mapa de Cuba, y cuando Martí, lleno del más tierno lirismo hacía una invocación a su patria llorosa y rodeada de cadenas, cuando la concurrencia, suspensa de su palabra, temblaba de emoción, el mapa cayó como una corona sobre su cabeza. ¡Fue como si su tierra toda entera, respondiera a su llama miento!
Anhelantes, todas las bocas exclamaron: ¡Ah!... Tomó Juanillo un vaso de vino para darse coraje, y medio mareado ya por la fetidez de aquella carne horrible, se puso de pie y gritó a la concurrencia: ¿Qué les importa a ustedes que yo coma o no coma? ¡Mándense mudar ahora mismo, si no quieren que los eche como perros!
Vió damas vestidas de soirée, señores puestos de smoking, la concurrencia habitual de los hoteles de lujo, que se pone su uniforme para comer y se queda haciendo la digestión en los profundos sillones, mirándose sin decir nada ó hablando en voz baja, lo mismo que en una iglesia, hasta que la rinde el sueño.
Dos mil personas elegidas entre los cuatro millones de habitantes de Londres, un centenar de extranjeros distinguidos, venidos de todos los puntos de la tierra: he ahí la concurrencia.
El jardín, iluminado con faroles á la veneciana, aparecía invadido por los invitados. La señorita Guichard se vió en seguida rodeada por sus parientes y por sus amigos. Á una señal de Bobart se desencadenó la tempestad instrumental y exaltó á la concurrencia.
Vive en las mayores profundidades, y especialmente en los remolinos causados por la concurrencia de dos corrientes, y duerme en las cuevas profundas que estan á la orilla. Puertos del Rio de la Plata.
Se indignó el mendigo ante esta concurrencia. ¡Largo de allí! ¿No tenían bastante con lo que robaban, vendiendo retratos y rosarios?... Y él fué quien guió al médico, por un ancho corredor que conducía á un patio descubierto. Allí estaba la portería.
Desde hace pocos años, la Alameda se ve extraordinariamente concurrida en las tardes y noches de estío, habiéndose establecido allí gran número de puestos de agua, refrescos, helados, etc., alrededor de los cuales se instalan multitud de mesas y sillas, que se ven ocupadas por la concurrencia de trasnochadores hasta la salida de la aurora.
Algunos de sus vecinos se levantaron, deslizándose por la gran escalera con balaustres de tallada caoba, que venía a terminar en la puerta del jardín de invierno. Abríanse grandes claros en la concurrencia. Desaparecían las gentes con discreción, en suave retirada, sin que se enterasen los demás de por dónde habían escapado.
Palabra del Dia
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