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Actualizado: 9 de julio de 2025
Con la boca abierta y un pliegue vertical entre las cejas, contemplaban ansiosos las genuflexiones y manejos del hombre dorado y los gestos del hombre negro que le seguía en todas sus evoluciones. Eran pequeños alemanes que por primera vez veían una misa. Maltrana examinaba el público amasado en el salón. Gran concurrencia dijo . Ninguna fiesta de a bordo ha reunido a tanta mujer.
No cupo mayor pompa en el escenario en que se representan esas farsas en honor de las notabilidades de alquimia, y todo se hizo ajustado al más solemne y ostentoso ceremonial: la exposición del cadáver en la capilla ardiente, entre largos blandones y negras colgaduras de tosca bayeta; el triste clamóreo de la prensa periódica rindiendo «el último tributo de justicia al prócer insigne, al varón íntegro, al padre amoroso, al ciudadano ejemplar, al celoso representante de la patria, al protector generoso de las artes y de las letras, al orador de honrada palabra», etc., etc., y haciendo la pintura de su muerte inesperada, con descripciones minuciosas de lugares y accesorios, y con glosas y comentarios de los elogios que momentos antes del triste suceso habían dedicado al aún vivo personaje los hombres más «conspicuos» de la política, de las armas, de las letras y de la banca; el simbólico catafalco, cargado de emblemas y atributos, tocando casi en las bóvedas del templo, entre una hoguera de luces sobre ricos y enormes candelabros; las naves atestadas de «mundo»: allí los vistosos uniformes de las más altas jerarquías políticas y militares; allí la severa etiqueta civil, las gentes de la aristocracia y de los «salones elegantes», y allí, en fin, en apretados grupos, las matronas del «gran mundo» ricamente ataviadas de negro, con la mirada repartida entre el devocionario y la concurrencia, agitando maquinalmente los abanicos mientras, desde el coro, llenaba de resonantes armonías los ámbitos de la iglesia, la mejor capilla de Madrid.
Disgustó esto mucho a toda la concurrencia, por parecerle más temible el carlismo que la República, y en aquel momento llegó a confortar los ánimos un viejo alto, de aspecto marcial y largos y retorcidos bigotes blancos: era el general Pastor, hermano de Leopoldina, que volvía del palacio Basilewsky de conferenciar con la reina.
Si se conservan en concurrencia con las primeras, tanto mejor para sus autores; pero si se ven obligadas á ceder, la emulación excitará á aquellos á trabajar con más ahinco, y á aprender, de sus derrotas, que únicamente lo mejor y más selecto es lo que encuentra aceptación y aplauso.
Despues pasea los ojos ávidamente por la concurrencia, como si se gozase en recibir todas las miradas. Es una dama del teatro, una actriz, una artista. La compañía consta de tres damas y de tres galanes. Las damas son: tiple, carácter ligero y carácter cómico. Galanes: tenor, barítono, bufo. La orquesta preludia y la concurrencia se anima.
Sabemos que en ellos todo será digno, así de la brillante concurrencia que ha de llenarlos, como de la proverbial amabilidad y del exquisito gusto de las señoras de la casa, y de la bien acreditada prodigalidad del opulento patricio y esclarecido anfitrión.»
Por el camino hablaba el viejo de su situación con tono melancólico; pero sus quejas eran vagas. Llegaron al paseo: una ancha faja de jardín en la orilla del río, exuberante de vegetación, pero tan sombría, que justificaba su título vulgar de «paseo de los desesperados». La concurrencia era la de siempre.
En seguida añadió: Según el pagaré, tú me eres deudora de diez mil reales, y como me has dado ocho mil, me debes dos mil aún. Yo te los perdono. La generosidad de don Ramón fue solemnizada por toda la concurrencia con los más ruidosos aplausos. Veinte días después de lo que acabamos de contar se celebraron las bodas de Juanita y don Paco.
Su célebre amigo estaba acaparado por la atención general y no venía a sentarse a su lado cual otras veces. Pasaba de mesa en mesa; lo rodeaban los jóvenes, que acabaron por llevárselo al fumadero. Notábanse grandes claros en la concurrencia. Las gentes no parecían las mismas de antes. Había desaparecido la inconsciencia alegre de la vida oceánica.
La concurrencia comenzaba entonces, y tuvimos ocasion de colocarnos enfrente del pequeño teatro que hay en el fondo, cerca de la orquesta, de que formaba parte un negro muy elegante y muy lustroso. Probablemente aquel negro ganará más que los otros músicos, puesto que es de más efecto dramático. Una jóven, que ha venido sola, se llega á la orquesta y cruza dos palabras con el director.
Palabra del Dia
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