United States or Czechia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Os juro por la cabeza de Hércules, de Júpiter, de Venus, de Baco, de Afrodita, que todos nosotros... En fin, ya me comprendéis, ¿verdad? ¡Señores romanos de la antigüedad, al asalto! CLEOPATRA. Ahora iremos a dar un paseíto. ESCIPIÓN. ¡Todo lo que queráis, señoras! ¡Señores romanos de la antigüedad, adelante! ¡Un, dos! ¡Un, dos! ¡No todos a una! ¡Cada cual cuando le toque!

Ahí, en ese teatro, en ese harem de Europa, se revuelven trescientas ó cuatrocientas bailarinas, redoma donde queda encantada una gran parte de la aristocracia de Paris. ¿Comprendeis de este modo que el director de ese teatro sea uno de los primeros personajes de esta ciudad casi fabulosa? No puedo decir más. Llegamos al hotel á la una, y así terminó el dia décimo cuarto. =Dia décimo quinto=.

La primera persona que encontraron en el interior del edificio fue al auvernés, en mangas de camisa, los puños arremangados, azogando la luna de un espejo. ¡Hola! exclamó el doctor, lo que yo había previsto. ¿Pero qué? Que se azogan las lunas con una capa de mercurio aprisionada bajo una hoja de estaño, ¿comprendéis? Todavía no.

En un silencio de tumba sintiose como un soplo de destrucción y profecía... «Sacrement de Dieuinterrumpió el gascón, después de una pausa. «Jamais je ne pourrais comprendre cet esprit d'exaltation hugonotte qu'on trouve dans le catolicisme d'EspagneMás os valiera no hablar de ello, si no lo comprendéis observole don Fernando. Y agregó, dirigiéndose a toda la compañía: Buenas noches.

Marta bajó con la joven, y abrió la puerta de la sala. Un suspiro ahogado se le escapó. Vió sentado al lado de la condesa a un hombre vestido de negro, de una fisonomía fría y sonriente, cuya mirada le heló la sangre en las venas. Está bien dijo con sequedad la condesa . Dejad a la señorita con nosotros, cerrad la puerta, idos arriba y esperad allí mis órdenes... ¿No me comprendéis?

Si no reconocemos las abdicaciones, ni admitiremos de Rey a ese D. José, ni nos da la gana de obedecer al Emperador, porque los españoles mandamos en nuestra casa, y si los reyes se han hecho para gobernarnos, a nosotros no nos han parido nuestras madres para que ellos nos lleven y nos traigan como si fuéramos manadas de carneros...» ¿Estamos? ¿Lo comprendéis?

Haréis que me enoje... Sois muy poco generoso. ¡Señora! ¿Pero no comprendéis que os estoy pidiendo treguas? Pues bien, señora mía; yo sólo puedo concederos una cosa. ¡Ah, ya me dictáis condiciones! ¡No por cierto!... Pero quiero que me tranquilicéis el alma. ¿Teméis? Caer del cielo. ¡Pero, señor, esto es terrible! Es la primera vez que me sucede... No me conozco...

Eres tan joven. Tan joven... Este era su estribillo. ¿No se sufre lo mismo a los diez y seis años como a cualquiera otra edad? Estos ancianos son incomprensibles. Yo, por mi parte, le contestaba meneando la cabeza: ¡No comprendéis, mi cura, no comprendéis! Al día siguiente, mientras nos paseábamos por el jardín, le dije: Señor cura, esta noche he concebido una idea. Veamos la idea, hijita.

, es una locura que se ha apoderado de , poco a poco, a pesar mío, pues bien comprendéis... ¡Dios mío! aquí mismo fue donde principié a amarla. ¿Sabéis aquel día que llegó con su hermana?... con los paquetitos de mil francos... con los cabellos sueltos... ¿y la noche del mes de María?... Luego he podido verla libre y familiarmente... y vos mismo me hablabais de ella sin cesar, ponderándome su carácter, su bondad. ¡Cuántas veces me repetisteis que no había en el mundo nada mejor!

¿Qué decís, don Francisco? exclamó el joven. Digo que Dorotea era una aventurera que quería perderos. ¿Perderme y ha muerto por ? Vos no comprendéis á ese animal que se llama hombre, á quien aventaja en ferocidad ese otro animal que se llama mujer. ¿Hubiérais vos creído que hubiese persona que para vengarse de otro se diese la muerte? No... eso es inconcebible.