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Actualizado: 29 de mayo de 2025


«Empecé por entrar a una confitería y llenarme de masas y pastelillos; humildemente acúsome. Mi cura: tengo una gran pasión por las masas y los pastelillos. Atravesé en seguida y me compré cuarenta y dos hombrecillos de terracota: todos los que había en la casa. Después de tal compra, no sólo no me quedó un céntimo, sino que me había endeudado; pero ¿qué importa? puesto que soy rica.

Aunque los pocos años que tengo más que no me hagan salir de la edad de mancebo, todavía no los viví en balde. Antes que visité a Granada; experiencia precoz de mi juventud la compré a trueque de sinsabores sin término, y esto me da sobre ti una autoridad que serás necio desatendiéndola y no mostrándome el sendero peligroso por donde caminas. Adiós.

Ya que uno anda roto y hecho un Adán, pasando hambres, güeno es que la gente se lo figure de otro modo. Les compré el papel con lo que cantaban, y aquí lo yevo: la vía completa der Plumitas, con muchas mentiras, pero toda ella puesta en versos. Cosa güena. Cuando me tiendo en el monte, la leo pa aprendérmela de memoria. Debe haberla escrito algún señó que sabe mucho.

Los ojos era lo que le miraba ella: y le tocaba en el lado del corazón: «¡Pero, muñeca, háblame, háblame!» Y la muñeca de seda no le hablaba. «¿Conque no te ha gustado la muñeca que te compré, con sus medias de encaje y su cara de porcelana y su pelo fino?» «, mi papá, me ha gustado mucho. Vamos, señora muñeca, vamos a pasear.

Cualquiera diría, repuso Ben Zayb que estaba de ocurrencias aquella noche, que ese chino es Quiroga, pero observándole bien se parece al P. Irene. ¿Y qué me dicen ustedes de ese indio-inglés? ¡se parece á Simoun! Resonaron nuevas carcajadas. El P. Irene se frotó la nariz. ¡Es verdad! ¡Es verdad! ¡Si es el mismo! ¿Pero dónde está Simoun? ¡que lo compre Simoun!

Pues los veinticinco duros que te dio para D. Carlos, se los has dado a ese Frasquito Ponte para que pague sus deudas, y vaya a comer de fonda, y se compre corbatas, pomada y un bastoncito nuevo... Ya ves, ya ves, bribonaza, cómo todo te lo adivino, y conmigo no te valen ocultaciones. Si yo más que .

Amaneciò con viento SO fresco, mucha lluvia y truenos, y siguió la feria de los indios, d ndoles de comer y aguardiente. Al amanecer empezé embarcar la vasijería, y todos los útiles que tenia en tierra, para pasar con el bergantin á la otra banda donde est n los indios, por custodiar los animales que comprè.

Vaya, Caparrosa agregó dirigiéndose al muchacho cadete de la tienda, vaya y compre el boletín de un salto, y véngase volando. El cadete, que estaba detrás del mostrador, dio un brinco como un gamo, salvó la valla y tomó la calle por suya en dirección a la imprenta en donde reventaban los cohetes sin cesar.

Ahora no... ahora no... Quien no te conoce que te compre... Al extremo a que han llegado las cosas, me parece que no debo intervenir ya, ni tomar vela en ese entierro. Sería hasta indecoroso para . Resultaría... así como cierta complicidad en tus crímenes.

Pues por lo mismo compré yo ayer uno... Míralo, no es feo... ¿Quieres otro igual? Kate te lo traerá en un momento: lo compré en la Compagnie Lyormaise, ahí, a la vuelta de la esquina. La duquesa, ante la perspectiva de un abanico gratis, sintió aminorarse su prisa. Era un abanico muy bonito, de nácar quemado, muy oscuro, con país de seda negra.

Palabra del Dia

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