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No, ni una sola vez contestó Hales, dirigiéndose luego a su esposa que acababa de entrar, para decirle que estaba ocupado con nosotros en una conversación reservada y pedirle que nos dejara solos, lo cual hizo inmediatamente. Burton Blair era un hombre de carácter original continuó, volviéndose a , y siempre lo fue. No hubo nunca mejor marino que comiera carne de buey salada, que él.

Se la referí a mi tío, aunque ocultándole detalles que pudieran impresionarle demasiado; pero como al fin era montuno el buen señor, perdonóme la temeridad por lo grande del suceso, y tuve al último que contársela con todos sus pormenores. Se entusiasmó de verdad. Puestas ya las cosas tan arriba, invité, con su permiso, a Pito Salces a que comiera aquel día con su camarada.

Yo tampoco había tomado nada aquel día, pero quise que mi padre comiera lo que le hacía falta. Cuando bajé, tragando unas cortecillas que había dejado, y la vi á usted otra vez en el corredor, le juro que me pareció más hermosa que la Virgen. Quise darla las gracias; pero no fuí capaz de decir una palabra. Pasé con la montera en la mano, sin dejar de mirarla.

Y siendo allí puesto, hizo traer un brasero de oro, y siendo encendido en él fuego, mandóle poner delante del ídolo, en el cual fuego y brasero hizo echar ciertos pajaricos y ciertos granos de maíz, y derramar en el tal fuego cierta chicha; todo lo cual dijo que comia el sol, é que haciendo aquello, le daba de comer; y de allí adelante se tuvo aquella costumbre ordinariamente; lo cual hacia aquel mayordomo dél, ansí como si fuera persona que comiera y bebiera; ansí se tenia especial cuidado de le guisar de comer diversas comidas y maneras de manjares, y ansí las quemaban delante, á la tarde y á la mañana en braseros de oro y plata, en la manera que ya habeis oido.

-No te pena ese cuidado -respondió don Quijote-, porque, aunque tuviera, no comiera otra cosa que las yerbas y frutos que este prado y estos árboles me dieren, que la fineza de mi negocio está en no comer y en hacer otras asperezas equivalentes. -A Dios, pues. Pero, ¿sabe vuestra merced qué temo?

Juanín hizo alguna resistencia; pero al fin se dejó llevar, seducido con la promesa de que le iban a comprar un nacimiento y muchas cosas buenas para que se las comiera todas.

Y todo porque uno defiende lo que es suyo. Por hubiera pacido su vaca toda la vida en el castañedo, pero Goro me dijo: «Mujer, eso no puede permitirse. Si la vaca se comiera sólo los yerbajos y la maleza, anda con Dios; por un poco más ó un poco menos de rozo no habíamos de reñir; pero se come también la cría de los árboles... ¡ya ves , mujer, la cría!

Se trataba, pues, de un atropello, de una injusticia que clamaba al cielo, y no podía clamar al Obispo, porque este era esclavo de don Fermín». Esta opinión de Glocester la aprobaba don Custodio; no tenía el beneficiado la pretensión excesiva de coger para tan buen bocado, pero quería que a lo menos no se lo comiera su enemigo.

Tona respondió que sobraba con lo que había arrimado a la lumbre, siempre que cada cual comiera «como Dios mandaba»; y mi tío, mientras el hombrón recibía con carraspeos la condicional que la sirviente había echado hacia allá con los ojos, dio por rematada la historia y mandó que se tratara de otra más divertida.

Gracias otra vez: yo nunca he probado el vino. Zarandilla le miró con asombro... ¡Qué tío! Con razón tenían a aquel don Fernando por un hombre extraordinario. Rafael quiso que comiera algo; y habló a la vieja de freír huevos, de descolgar cierto jamón que había dejado el amo en una de sus visitas; pero Salvatierra le atajó. Era inútil: él llevaba en un bolsillo las provisiones para la noche.