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Actualizado: 22 de julio de 2025


El mayor, más avispado, se apellidaba Pistola, y trataba despóticamente á su compañero, largándole hipócritas patadas y coscorrones en pleno comedor cuando el coronel estaba de espaldas. Atilio, por la atracción del consonante, había apodado Estola al compañero de Pistola, y todos en la casa aceptaban el nombre, hasta el propio interesado.

Transcurrió una hora sin que ocurriese en el buque nada extraordinario. Abajo en el comedor retiraban los sirvientes las mesas, preparando el salón para el baile. Las máscaras paseaban por la cubierta. Sus dos calles parecían las de una ciudad en Carnaval. El señor disfrazado con el salvavidas tomaba su café tranquilamente, sin abandonar el caparazón de corcho.

Ángel desapareció del salón del baile aquella noche, pero no de la playa. Al otro día se dejó ver instalado en el mismo hotel en que vivía la marquesa. Habló con Luz en el comedor y en el jardín, y dondequiera que le fue posible y le pareció lícito, y Luz se le presentó a su madre a título de amigo suyo, como «el mejor de sus amigos». Así le calificó.

Examino toda la casa. En el piso bajo, salón, billar, gabinete-biblioteca, galería de costura sobre el jardín, rodeada de cristales, el comedor con paso a la estufa por la escalinata de mármol blanco. ¡Qué alegría! Todo es cristal, flores, plantas de hojas gigantescas, de colores fuertes, raros.

Pero, á pesar de su cólera, tenía que sufrirla cerca de él, esforzándose al mismo tiempo por evitar que trascendiese al exterior la segunda nacionalidad que había adquirido con su matrimonio. Representaba un gran tormento para don Marcelo contener sus palabras cuando estaba en el comedor con la familia.

La otra puerta que separaba el comedor del gabinete, tenía los vidrios tapados con visillos de algodón rojo, y cuando alguien la dejaba entornada, fácilmente se oía el tic-tac continuo de un antiguo reloj de pesas, que lanzaba un quejido metálico antes que sonase el timbre en cada hora.

Su solicitud hacía sonreír dulcemente a Laura. ¿Por qué no vas al comedor? murmuró. Yo voy a dormirme ya. No, no tienes sueño y yo no podría conversar allí pensando que te quedas tan apenada.

El general y Castro ocuparon el sitio de las damas. Estas se fueron al salón grande: mas antes de llegar a él, dijo Pepa: Mira, tengo que hablarte de un asunto importante. Vamos a otro sitio. Clementina la miró con sorpresa. ¿Quieres que vayamos al comedor? No; mejor es que subamos a tu cuarto.

Estábamos en el comedor conversando, cuando a Camucha se le ocurrió hablar de mi antigua pasión por José Luis. Yo sentí como si me dieran un golpe en el pecho y no pude dejar de mirar a Julio.

« Otra vez dijo fué a Idiazabal, donde había un partido de pelota, y llegó tarde a la posada, cuando ya todos estaban sentados. El amo le dijo: No hay sitio para ti, Fernando, ni probablemente tampoco habrá comida. ¡Bah! replicó él . ¡Si me diérais de balde lo que sobre! Pues nada, todo lo que sobre para ti. Se paseó Fernando por el comedor.

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