Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de julio de 2025
Cuando volvimos adonde estaba Mabel, la encontramos durmiendo tranquilamente, postrada por la fatiga. Entonces persuadí a su padre de que se quedara en mi casa aquella noche, con el fin de que la pobre niña pudiese descansar, y, como consintiera, nos volvimos al comedor, donde nos sentamos a fumar y permanecimos varias horas conversando.
Una campanada del reloj del comedor la despertó de aquella somnolencia de fiebre; tembló de frío y a tientas otra vez, el cabello por la espalda, la bata desceñida, y abierta por el pecho, llegó Ana a su tocador; la luz de esperma que se reflejaba en el espejo estaba próxima a extinguirse, se acababa... y Ana se vio como un hermoso fantasma flotante en el fondo obscuro de alcoba que tenía enfrente, en el cristal límpido.
A sus lamentos, acudieron Pampa y la genovesa... En el comedor, la tía Silda echó sobre los hombros de don Pablo el sobretodo, le puso el sombrero de través, y le dió el bastón, por la contera.
Pero él se guardaba bien de descubrirse... si no, ¡adiós platitos de arroz con leche! la escoba de Pampa y el vigilante... El sol entraba en el comedor, tan alegre, que parecía de primavera; a su grato calorcito, el morrongo de la casa, espatarrado, exponía su vientre de terciopelo. Afuera, cantaba Catalina la genovesa un aire de su país, con acompañamiento de platos y cacerolas.
Las listas de muertos no habían dicho nada tal vez de los ausentes. Y las cartas seguían partiendo hacia las líneas alemanas: unas cartas que nunca recibiría el destinatario. «Contesta. Cuando no escribes es tal vez porque nos preparas una buena sorpresa. No olvides el collar. Envíanos un piano. Un armario tallado de comedor me gustaría mucho. Los franceses tienen cosas hermosas...»
Se inflamaron de pronto las luces del techo, huyeron máscaras y animales, como un aquelarre sorprendido por la salida del sol, y únicamente quedaron en el comedor los camareros con sus bandejas de helados, comenzando el reparto. Ojeda había mirado varias veces a la mesa cercana, donde comía sola Mrs. Power.
Oyó a su tía regateando con los mozos por si eran tres o eran dos y medio. Después, le pareció que Juan Pablo y su tía hablaban en el comedor. ¡Si le estaría contando aquello...! Seguramente, porque su tía era muy novelera, y no le gustaba de que ciertas cosas se le enranciaran dentro del cuerpo.
A él que no le sacaran de apuntar números, de leer La Correspondencia, hacer cigarrillos y charlar. Todo lo demás era ocupación denigrante. Una noche de verano, sin embargo, en que estaba toda la familia reunida en el comedor, como de costumbre, D. José empezó a mover la máquina. «Papá le dijo Emilia , ya que no nos ayuda usted, al menos enseñe a coser a Isidora».
Cuando los tres mancebos encantados vayan al comedor, los seguiréis sin ser vistas, y allí permaneceréis hasta que el Príncipe pida la cajita de sus entretenimientos y diga, besando el cordoncito: ¡Ay, cordoncito de mi señora! ¡Quién la viera ahora!
¡Sin duda! dijo Melchor, el barómetro marca ya 755 milímetros agregó, mirando al que pendía de la pared del comedor, donde acababan de almorzar. ¡Qué agradable sería dormir la siesta bajo un buen aguacero! Aquí tienes, ché, Ricardo, un día excelente para ir a visitar la «Pampita»... y hacer méritos... ¡Hacer una barbaridad!... porque me moriría en el camino.
Palabra del Dia
Otros Mirando