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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Chalonette, pagó con la cesantía su descomedida afición á la farándula, y ya convencido de que nunca será autor, trabaja en una copistería y gana tres francos. Lector, quiero darte un consejo, y es éste: en tus combates por la vida, no temas nunca al hombre de quien sepas que tiene una comedia escrita.
La fortaleza había empezado a construirse, pero Aga Mahamud había acudido a estorbarlo con sus fustas, y se decía que se habían dado ya algunos combates en que no siempre los portugueses salieron bien librados.
Pero entonces como después seguía siendo el canciller De Chandos honra y prez de la nobleza del reino, una de sus mejores lanzas y el más respetado de sus caballeros, el héroe de Crécy, Chelsea, Poitiers, Auray y de tántos otros combates como años contaba su larga y gloriosa vida. ¡Ah, por fin os encuentro, corazón de oro! exclamó Chandos abrazando estrechamente al barón de Morel.
El trepador tiene más amor á la montaña, cuanto más expuesto ha estado á perecer, pero el sentimiento del peligro vencido no es la única alegría de la ascensión, especialmente para el hombre que, durante su vida, ha tenido que sostener rudos combates para cumplir con su deber.
Ya se sabe que siendo el objeto de la caballería producir un gran sacudimiento y pavor en las filas enemigas por la violencia del primer choque, cuando éste no da el resultado apetecido, y se empeñan combates parciales entre los caballos y una numerosa infantería, los primeros corren gran riesgo de desaparecer, brutales masas, devoradas en aquel hervidero de agilidad y destreza.
Sólo tú, sólo tú, virgen del cielo, puedes reverdecer mi vida muerta; tú regalarme puedes el consuelo, y puedes alegrar mi triste duelo y restañar mi herida siempre abierta. ¡Oh! en tí está mi esperanza; no la mates; déjame acariciar mis ilusiones, y no me arranques ¡ay! no me arrebates la dicha que me anima en los combates y rompe de mi mal los eslabones.
Antagonismo de héroes, combates de cortesía, como habría dicho un heraldo de armas del siglo XV. Los colombianos tenían por jefe a Bolívar, los argentinos a San Martín, y todos comprendían que esas dos glorias no cabían en el continente.
Todos estos dolores, tribulaciones y combates espirituales no es de maravillar que produjesen en Doña Blanca una enfermedad aguda, sobrexcitando sus males crónicos. Poco después de la conversación entre Clara y Lucía, de que acabamos de dar cuenta, visitaron á la enferma los dos médicos mejores de la ciudad. Ambos convinieron en que su dolencia era de cuidado.
Por las mañanas, cuando se lavaba al aire libre, desnudo de cintura arriba, producían admiración los costurones y profundas cicatrices que constelaban su cuerpo, recuerdos, según él, de heroicos combates por mar y tierra contra la tiranía de las aduanas.
Tan maravillosamente audaz resultaba este rapto, que el mismo Caonabo, en su nobleza de guerrero primitivo, despreciaba al Almirante por haber ordenado tal vileza sin atreverse a realizarla personalmente, y sólo quería conversar y comer con Ojeda, admirando su atrevimiento al arrebatarle de entre sus súbditos. En los combates con los indios cargaba el primero, sin mirar si le seguía su gente.
Palabra del Dia
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